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domingo, 22 de agosto de 2010

La adoración – Parte 2

Anteriormente hablamos sobre cómo la adoración es lo que Dios busca de nosotros, y mencionamos que de hecho, Él nos hizo con ese propósito; Dios quiere que le adoremos en espíritu y en verdad: "Pero se acerca la hora, y ha llegado ya, en que los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren. Dios es espíritu, y quienes lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad." (Juan 4:23-24).

Vamos a profundizar, en este concepto ya estudiado, para entender mejor lo que acabamos de mencionar, por lo que dividiremos la adoración en dos aspectos:

1. Nuestra comunicación con Dios
A través del canto y la oración; exaltándole, glorificándole, alabándole…

2. La comunicación de parte de Dios hacia nosotros
Dios se comunica con nosotros por medio del Espíritu Santo, dándonos la enseñanza de su palabra, la profecía, la exhortación y el conocimiento.  En la adoración Dios nos atrae a Su presencia y es allí donde Él nos habla.

No hay presencia de Dios sin la adoración.

Entonces, ¿cómo debemos adorar a Dios?

Hay varias formas de adoración descritas en toda la Palabra de Dios, entre las que podemos citar:

La Confesión: Debemos reconocer nuestro pecado y nuestra culpabilidad ante un Dios Santo y Justo.

La Acción de Gracias: Le damos gracias a Dios por lo que ha hecho, especialmente por Sus obras de creación y salvación.

La Alabanza: Alabando a Dios sencillamente por quien es: Señor del universo.

En nuestro primer estudio sobre este tema, vimos que adorar es postrarnos, inclinarnos ante el Señor Todopoderoso.  Su Palabra nos dice que así debemos hacerlo y que es así como se le adora también en el cielo.

La adoración involucra nuestro pensamiento, intelecto y también nuestro cuerpo.

¿Cuál es el resultado de la adoración?

No sólo es útil entender por qué y cómo adoramos a Dios, sino que también es útil entender qué pasa cuando adoramos a Dios.  Aún cuando nunca debe ser el propósito de nuestra adoración, cuando adoramos a Dios tendremos como resultado Su Bendición derramada sobre nosotros.

Es en la adoración que Dios nos visita con manifestaciones del Espíritu Santo.

Etapas de la adoración

Ahora bien, he dividido la adoración en cinco etapas, que si las logramos entender serán muy útiles en nuestra experiencia con Dios, y a medida que pasemos a través de estas etapas, estaremos dirigiéndonos hacia nuestra meta: la intimidad con Dios.

Pero, ¿qué es intimidad?

Yo defino la intimidad, como nuestra pertenencia a otro; lo que involucra, revelar nuestra naturaleza más profunda entre uno y otro, en este caso entre nosotros y Dios.  La intimidad es marcada por asociación, presencia y contacto cercano.

Una vez, hemos quedado claros en el concepto, veremos las etapas de la adoración.

1. El llamado a adorar.

Existen muchas formas en que Dios se moverá en nuestras vidas para llamarnos a adorar.  Puede ser inmediatamente después de un triunfo o seguidamente de un fracaso.  Lo puede hacer Dios por medio de una canción que diga algo así como "Vengan, adoremos y postrémonos", o bien por un mensaje en la iglesia, el radio o la televisión: "Este es el tiempo de adorar".

La idea del llamado a adorar es "adorar ahora", aunque muchas veces no es tan fácil hacerlo.  Imaginemos que hemos tenido una semana difícil en el trabajo, o bien alguna discusión con nuestra esposa, o nuestros hijos.  Tal vez no me ha ido muy bien en el área financiera en estos días, entonces me será difícil atender el llamado a adorar.  Lo que quiero decirles, es que nuestros pensamientos se reflejarán al atender el llamado a orar, pero ya conscientes de estas situaciones e inquietudes, debemos orar para que Dios cree el ambiente apropiado para poder adorarle.

2. Entrar en la adoración.

Esta es la dinámica electrizante de la conexión con Dios.  Al entrar en la adoración utilizamos expresiones de amor, alabanza, júbilo, intercesión, petición; es decir todas las dinámicas de la oración están entrelazadas con la adoración, y salen de nuestro corazón.  En esta etapa alabamos a Dios por quien es, y lo hacemos con júbilo. En este punto nuestro corazón se ensancha para exaltar a Dios, por eso cuando entramos en la adoración quisiéramos que no termine.

Debemos recordar una cosa muy importante, que la adoración se realiza todo el tiempo en el cielo, y cuando adoramos nos estamos uniendo a lo que ya está sucediendo, lo que ha sido llamado "la comunión de los santos".

El corazón de la adoración es estar unidos con nuestro creador.

3. La expresión.

A medida que nos movemos más en la etapa de entrar en la adoración, nos movemos más y más hacia el lenguaje amoroso e íntimo.  Estar en la presencia de Dios causa emoción en nuestros corazones y mentes; así queremos alabarle por las obras que Él ha hecho, por como se ha movido en nuestras vidas y la historia, por Su carácter y Sus atributos.

A menudo esta intimidad nos hace meditar sobre nuestra relación con el Señor.  A veces nos acordamos de votos que hemos hecho delante de nuestro Dios.  Dios puede traer a nuestra mente la falta de armonía o el fracaso, introduciéndonos a la confesión de nuestros pecados.

Lágrimas pueden fluir de nosotros, al ver nuestra falta de armonía ante Su armonía, nuestras limitaciones ante Sus posibilidades, nuestra infidelidad ante Su fidelidad.

Hemos despertado a la presencia de Dios.

4. La visitación.

Es claro que, la expresión física y emocional en la adoración puede resultar en danza y movimientos del cuerpo, que serían inapropiados si el enfoque está en ellos, en vez de en el júbilo verdadero en nuestro Señor.

Ya en esta etapa, hemos expresado lo que está en nuestros corazones y cuerpos, y ahora es tiempo para esperar que Dios responda.  Dejamos de hablar y esperamos que Él hable, que Él actúe.  Este es el momento en que el Dios Todopoderoso visita a su pueblo.

Ahora, Su visitación es un producto secundario de la adoración, ya que no lo adoramos para ganarnos Su presencia, por el contrario, Él es digno de ser adorado aunque no nos visite.

Sin embargo, el salmista nos dice que Dios "habita en las alabanzas de Su pueblo" (Salmo 22:3), así que debemos venir a la adoración preparados para una audiencia con el Rey, y esperar que el Espíritu de Dios trabaje entre nosotros y de diferentes maneras; por medio de sus dones, para salvación, para santificación y también para sanidades.

5. Dar substancialmente.

Nosotros conocemos muy poco sobre dar, aún cuando la Biblia nos exhorta a dar a Dios.  En este sentido somos como un atleta que ingresa en una carrera, pero no sabe cómo correr.

No hemos aprendido a dar nuestro diezmo o nuestras primicias, no sabemos dar de nuestro tiempo a Dios, no sabemos disponernos en oración o a la lectura de Su Palabra, entre otros muchos "no sabemos".

Si en algún momento, decidimos entregar nuestra vida a Dios y hacer de Jesucristo nuestro Señor y Salvador, hemos decidido dar nuestra vida entera al dueño de todo; sin embargo seguimos tomando decisiones por nuestra cuenta.  Entonces, ¿realmente le hemos entregado nuestra vida a Dios?  Recordemos que en cualquier cosa en que nosotros le demos el control a Dios, Él puede multiplicar y bendecir, y no para que acumulemos bienes, sino para que podamos estar más involucrados en Su obra.

Por último, debemos estar seguros que inevitablemente, cualquier cosa que necesitemos dar a Dios, muy probablemente Él nos llamará a darla cuando no la tenemos, esto porque lo que Dios quiere dar por medio de nosotros, primero lo tiene que hacer en nosotros.  Así, somos los primeros en tomar parte del fruto, pero no debemos comer la semilla, debemos sembrarla, regalarla.  La premisa detrás de esto es que lo que somos es multiplicado, lo que tengamos en nuestro árbol es lo que vamos a encontrar en nuestro huerto.

Nuestra relación con Dios debe ser una vida de dar, más que de recibir.

A medida que experimentemos estas etapas de adoración, experimentamos intimidad con Dios, el llamado que más satisface y el más alto que los hombres y las mujeres jamás llegarán a conocer.

ORACIÓN
Señor Dios, Padre Celestial. Hoy vengo delante de ti dispuesto a entregar mi corazón, mi alma y mi espíritu, delante de tu presencia, en adoración verdadera a ti. Hoy, realmente decido entregarme completamente en adoración, y esto Señor es una adoración en espíritu, cuando te alabo y te oro, cuando me arrodillo y me postro en tu presencia; y una adoración "en verdad", con mi forma de ser, con mi forma de pensar, de hablar y de mirar, aun cuando nadie me vea, porque sé Señor que tú si me ves.

Hoy te pido, que empieces a trabajar en mí, de tal forma que sea un verdadero adorador, reconocedor de tu Poder, tu Grandeza, tu Majestad, tu Misericordia y tu Fidelidad; en el nombre de Cristo Jesús, AMÉN.

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