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viernes, 19 de septiembre de 2014

¡Mi comida es que haga la voluntad del que me envió!

He tenido algunas semanas en que he estado trabajando en una actividad de muchísima concentración y esfuerzo, se trata de la configuración de un nuevo sistema de control financiero y de producción, en diferentes sucursales de Centro América.
Desde que llego a mi oficina, en estos días, hasta que me retiro, continúo con esa actividad tan absorbente, que de pronto miro el reloj y ya se ha pasado mi hora de desayuno, mi hora de almuerzo y hasta mi hora de cena; sin embargo no siento hambre.  Estoy tan concentrado en mi labor que prácticamente mi mente esta solo dirigida hacia esa actividad.
Si recibo una llamada telefónica, inmediatamente evalúo la posibilidad de posponer el asunto para luego o al día siguiente, evitando cualquier tipo de distracción, incluyendo problemas que en otro momento hubieran tenido prioridad absoluta.
En este proceso he enfrentado varias dificultades, por lo que aún en la casa he seguido pensando en ello, analizando las posibles soluciones para que al día siguiente las pueda poner en marcha, esperando tener un buen resultado.
Mi propósito, junto con el resto del equipo de trabajo, es poder terminar con esta labor para que en las sucursales centroamericanas finalmente puedan trabajar con este nuevo sistema de información, ya que aunque contamos con un sistema informático funcional, nuestra casa matriz -fuera de Centro América- desea contar con un sistema integrado, alrededor del mundo.
Realmente con este proyecto, lo que me alimenta es saber que estoy avanzando y que cada vez me acerco más a la conclusión.  Cada vez que logro completar algún proceso es tal la satisfacción que esto me da la energía para poder seguir adelante.
Finalmente, yo sé que terminaremos el trabajo, y que podré decir: Gracias a Dios ¡lo logramos!  Así todos podremos retomar nuestro trabajo habitual, el estado caótico empezará a desaparecer y todo tomará forma, en ese momento volveré a tener hambre y mi satisfacción estará cumplida.
En uno de estos días de ardua labor logré entender a qué se refería nuestro Señor cuando dijo (Juan 4:34 - RVA): "Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra."
No podemos siquiera dimensionar el tamaño de la obra de Jesucristo, pero sin duda no era posible para Él desviar su atención hacia ningún lado, se trataba de llevar a cabo un plan que pondría a salvo a los hombres de la muerte, que nos reconciliara con Dios, que nos llevara a esa nueva dimensión en la que tenemos la esperanza de estar con Él eternamente; por supuesto que lo que alimentaba al Señor era el cumplir con ese plan, el terminarlo; así su gozo fue cumplido...
Debemos reconocer y no perder de vista, que nuestro Señor Jesús hizo un esfuerzo sobrenatural por nosotros. 
A mí me pagan por hacer mi trabajo, pero a Jesús lo condenaron por hacer el suyo; aún así él lo hizo por amor, solo el amor por ti y por mí, por todos nosotros, lo motivó…

¡Gracias a Dios por su amor inigualable e inagotable, gracias a nuestro Señor Jesucristo por su sacrificio, gracias a nuestro Salvador por no desviar su atención cuando vino a vivir y morir por nosotros…!