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jueves, 6 de agosto de 2015

Luchando con las circunstancias difíciles

Filipenses 3:7-11 - NVI
"Sin embargo, todo aquello que para mí era ganancia, ahora lo considero pérdida por causa de Cristo.  Es más, todo lo considero pérdida por razón del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor.  Por él lo he perdido todo, y lo tengo por estiércol,  a fin de ganar a Cristo y encontrarme unido a él.  No quiero mi propia justicia que procede de la ley, sino la que se obtiene mediante la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios, basada en la fe.  Lo he perdido todo a fin de conocer a Cristo, experimentar el poder que se manifestó en su resurrección, participar en sus sufrimientos y llegar a ser semejante a él en su muerte.  Así espero alcanzar la resurrección de entre los muertos."

El apóstol Pablo sabía cómo lidiar con las circunstancias difíciles.  Aunque estaba preso, mantenía su mirada puesta en Cristo, y confiaba firmemente en el Salvador.  Por eso, a pesar de estar en la cárcel, era capaz de celebrar la obra del Señor en su vida.  En realidad, la epístola que escribió desde la cárcel a los filipenses rebosaba de júbilo y alabanza.

Filipenses 1:18 – RV60 "¿Qué,  pues?  Que no obstante, de todas maneras, o por pretexto o por verdad, Cristo es anunciado; y en esto me gozo, y me gozaré aún."

Filipenses 3:1a – NVI  "Por lo demás, hermanos míos, alégrense en el Señor."

Filipenses 2:18 – PDT  "Alégrense también conmigo y compartan mi alegría."

Enfocarnos en Cristo no es una reacción natural ni tampoco fácil.  Nuestro instinto es pensar en la situación actual, en la búsqueda de soluciones o afligirnos frente al dolor y la dificultad.  Como resultado, los problemas lucen aterradores y nos abruman con una sensación de derrota.

Sin embargo, el miedo y la derrota no pueden vivir por mucho tiempo en un corazón que confía en el Señor.  No es que debamos olvidarnos de lo que estamos pasando, pero sí podemos optar por pensar en la ayuda y el cuidado del Señor. 

Él es el Rescatador: "Él nos rescató del gran peligro de la muerte y nos seguirá rescatando.  Pusimos nuestra esperanza en Dios y él nos rescatará de nuevo."  (2 Corintios 1:10 – PDT). 

Él es el Sanador y Salvador: "Señor, sáname y quedaré sanado; sálvame y seré salvo, porque tú eres a quien yo quiero alabar."  (Jeremías 17.14 – PDT).

Él es el Guía: "Ten presente al Señor en todo lo que hagas, y él te llevará por el camino recto."  (Proverbios 3.6 – DHH).

Al aferrarnos a las promesas divinas descubriremos que Dios hace retroceder las emociones negativas.  En vez de éstas, la esperanza, la confianza y el contentamiento se alojan en nuestra vida: "No lo digo porque yo esté necesitado, pues he aprendido a contentarme con lo que tengo."  (Filipenses 4:11).  Nadie siente felicidad por una situación difícil, pero es posible sentir satisfacción al saber que Dios tiene el control y que sacará algo bueno de nuestra dificultad.

Los principios y las promesas del Señor no cambian, no importa qué tan grave o dolorosa sea la situación.  Al enfocarnos en Cristo en vez de en las circunstancias, Dios tranquilizará nuestro corazón y nos guiará.  Entonces estaremos listos para "regocijarnos en el Señor siempre."  (Filipenses 4:4).

ORACIÓN
Señor te doy gracias, porque sé que nunca me has dejado solo; Tú eres mi rescatador, mi sanador, mi salvador y mi guía.

Sin importar la situación que esté enfrentando hoy, me aferro a tus promesas.  Sé que Tú tienes el control y sacarás algo bueno de mi situación.  Ni tú, ni tus promesas cambian.  Tú cumplirás, como dice Tu Palabra, todo lo que has escrito acerca de mí, en Tu libro (Salmo 139:16), en el nombre de Jesús de Nazareth, Hijo del Dios Altísimo, Amén.