He tenido algunas semanas en que he estado trabajando en una actividad
de muchísima concentración y esfuerzo, se trata de la configuración de un nuevo
sistema de control financiero y de producción, en diferentes sucursales de
Centro América.
Desde que llego a mi oficina, en estos días, hasta que me retiro, continúo
con esa actividad tan absorbente, que de pronto miro el reloj y ya se ha pasado
mi hora de desayuno, mi hora de almuerzo y hasta mi hora de cena; sin embargo
no siento hambre. Estoy tan concentrado en
mi labor que prácticamente mi mente esta solo dirigida hacia esa actividad.
Si recibo una llamada telefónica, inmediatamente evalúo la posibilidad
de posponer el asunto para luego o al día siguiente, evitando cualquier tipo de
distracción, incluyendo problemas que en otro momento hubieran tenido prioridad absoluta.
En este proceso he enfrentado varias dificultades, por lo que aún en la casa
he seguido pensando en ello, analizando las posibles soluciones para que al día
siguiente las pueda poner en marcha, esperando tener un buen resultado.
Mi propósito, junto con el resto del equipo de trabajo, es poder terminar
con esta labor para que en las sucursales centroamericanas finalmente puedan
trabajar con este nuevo sistema de información, ya que aunque contamos con un
sistema informático funcional, nuestra casa matriz -fuera de Centro América-
desea contar con un sistema integrado, alrededor del mundo.
Realmente con este proyecto, lo que me alimenta es saber que estoy
avanzando y que cada vez me acerco más a la conclusión. Cada vez que logro completar algún proceso es
tal la satisfacción que esto me da la energía para poder seguir adelante.
Finalmente, yo sé que terminaremos el trabajo, y que podré decir: Gracias
a Dios ¡lo logramos! Así
todos podremos retomar nuestro trabajo habitual, el estado caótico empezará a
desaparecer y todo tomará forma, en ese momento volveré a tener hambre y mi satisfacción
estará cumplida.
En uno de estos días de ardua labor logré entender a qué se refería nuestro
Señor cuando dijo (Juan 4:34 - RVA): "Jesús
les dijo: Mi
comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra."
No podemos siquiera dimensionar el tamaño de la obra
de Jesucristo, pero
sin duda no era posible para Él desviar su atención
hacia ningún lado, se trataba de llevar a cabo un plan que pondría a salvo a
los hombres de la muerte, que nos reconciliara con Dios, que nos llevara a esa
nueva dimensión en la que tenemos la esperanza de estar con Él eternamente; por
supuesto que lo que alimentaba al Señor era el cumplir con ese plan, el
terminarlo; así su gozo fue cumplido...
Debemos reconocer y no perder de vista, que nuestro Señor Jesús hizo un
esfuerzo sobrenatural por nosotros.
A mí me pagan por hacer mi trabajo, pero a Jesús lo condenaron por hacer el suyo; aún así él lo hizo por amor, solo el
amor por ti y por mí, por todos nosotros, lo motivó…
¡Gracias a Dios por su amor inigualable e inagotable, gracias a nuestro
Señor Jesucristo por su sacrificio, gracias a nuestro Salvador por no desviar
su atención cuando vino a vivir y morir por nosotros…!
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