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miércoles, 4 de noviembre de 2009

Perdidos sin Cristo

Nosotros podemos vivir nuestra vida, sea como sea.  De hecho siempre la vivimos a nuestra manera, haciendo lo que queremos o lo que creemos que es bueno, aunque no necesariamente lo sea.

Nuestra percepción del bien y el mal va acorde con nuestros principios, heredados o enseñados de nuestros padres, amigos, compañeros, etc. Generalmente pensamos que si no hacemos daño a los demás tenemos una buena vida.

Durante nuestro tiempo de vida hemos tomado buenas y malas decisiones, en algunas de ellas hemos sufrido y hemos hecho sufrir, y hasta nos hemos sentido perdidos.

Perdidos… solos, desesperados, angustiados, tal vez incluso sin ganas de vivir, y esto hasta cierto punto no es nuestra culpa, sino más bien es culpa de nuestra naturaleza humana.

La Biblia nos enseña que el ser humano por naturaleza es pecador y posee una inclinación natural a hacer lo malo; actos que resientan o lastimen a nuestro cónyuge, a nuestros hijos, a nuestros clientes, a nuestros vecinos, a cualquiera que nos rodee.

Leamos Romanos 3:10-18
"Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; No hay quien entienda, No hay quien busque a Dios.  Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.  Sepulcro abierto es su garganta; Con su lengua engañan.  Veneno de áspides hay debajo de sus labios; Su boca está llena de maldición y de amargura.  Sus pies se apresuran para derramar sangre; Quebranto y desventura hay en sus caminos; Y no conocieron camino de paz.  No hay temor de Dios delante de sus ojos."

La amargura, el enojo, los gritos y la malicia son cotidianos muchas veces en nuestras vidas y no los consideramos pecados, pero estas acciones entristecen al Espíritu Santo de Dios: "Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.  Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia."  (Efesios 4:30-31)

Cosas tan simples y comunes como las mencionadas anteriormente, o incluso no hacer lo bueno, sabiendo que podemos hacerlo (Efesios 4:17) "y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.", producen una separación entre Dios y nosotros, una separación que trae muerte a nuestro espíritu: "Porque la paga del pecado es muerte."  (Romanos 6:23a)

Al morir en el espíritu estamos perdidos y estar perdidos nunca es agradable. Por eso es importante conocer el camino que nos sacará de la perdición y nos llevará a la vida eterna. Este camino es Jesús. Él dijo: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí." (Juan 14:6).

Leamos Juan 4:43-53
"Dos días después, salió de allí y fue a Galilea.  Porque Jesús mismo dio testimonio de que el profeta no tiene honra en su propia tierra.  Cuando vino a Galilea, los galileos le recibieron, habiendo visto todas las cosas que había hecho en Jerusalén, en la fiesta; porque también ellos habían ido a la fiesta.
Vino, pues, Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino.  Y había en Capernaum un oficial del rey, cuyo hijo estaba enfermo.  Este, cuando oyó que Jesús había llegado de Judea a Galilea, vino a él y le rogó que descendiese y sanase a su hijo, que estaba a punto de morir.  Entonces Jesús le dijo: Si no viereis señales y prodigios, no creeréis.  El oficial del rey le dijo: Señor, desciende antes que mi hijo muera.  Jesús le dijo: Ve, tu hijo vive.  Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue.  Cuando ya él descendía, sus siervos salieron a recibirle, y le dieron nuevas, diciendo: Tu hijo vive.  Entonces él les preguntó a qué hora había comenzado a estar mejor.  Y le dijeron: Ayer a las siete le dejó la fiebre.  El padre entonces entendió que aquella era la hora en que Jesús le había dicho: Tu hijo vive; y creyó él con toda su casa.  Esta segunda señal hizo Jesús, cuando fue de Judea a Galilea."

¿Cómo nos preparamos a recibir a Jesús?
De forma indiferente como en Jerusalén… o como el Rey de Reyes, el hacedor de milagros y maravillas, como en Galilea.

En este momento muchos de nosotros tenemos cosas que están a punto de morir (vers. 47), el trabajo, el negocio, la familia, la salud, el matrimonio, un hijo, nuestra metas… pero debemos entregar estas cosas a Dios y pedirle que descienda y se adueñe de nuestras situaciones.  En la Biblia está escrito que Jesús murió por nuestros pecados, por nuestras enfermedades y aflicciones, él ya pagó el precio por nosotros, entonces confiemos en su palabra como lo hizo el oficial del rey (vers. 49-51).

Dios tiene un milagro para ti en esta hora, yo no sé qué está a punto de morir en tu vida, no sé qué está pasando en tu vida, en tu trabajo, en tu familia… pero Dios si lo sabe y él ha dicho su palabra.  Entreguemos todo lo que está muriendo y, el Señor dirá "Talita Cumi" (...levántate.)  Sea lo que sea que esté perdido, "Talita Cumi". Si siento que estoy muriendo "Talita Cumi", si siento que mi matrimonio muere "Talita Cumi", si siento que mi negocio muere "Talita Cumi", si siento que mi comunicación se muere "Talita Cumi", si siento que mi familia se desintegra "Talita Cumi", si siento que mis fuerzas se acaban "Talita Cumi", si siento que mis finanzas se mueren "Talita Cumi"; no importa lo que estemos pasando "Talita Cumi", porque el Señor Jesús está con nosotros, él nos sostiene, él nos protege, él nos auxilia, él nos provee, él nos dará la victoria…


ORACIÓN

Señor Dios, Gracias por hacerme entender que muchas de las cosas que yo hago te entristecen, cosas que hasta ahora he considerado normales, pero que ahora sé que me separan de ti.  Señor hoy quiero entregarte todas estas cosas para que haya un cambio en mi vida, quiero acercarme a ti...

Aduéñate de mi y mis situaciones y haz tu milagro en mi vida.  Yo te entrego todo aquello que está muriendo en mi vida, para que Tú lo levantes, para que digas Tu Palabra y se restaure en mí, en el nombre de Cristo Jesús, Amén.

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