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lunes, 19 de abril de 2010

Así debemos vivir – Parte 2

Como ya hemos visto, debemos vivir nuestra vida de cristianos desechando, menospreciando, desestimando, renunciando y apartando de nosotros las obras que el mundo practica.  Luego debemos andar como de día, bajo la luz de Cristo y los principios de su Reino.

Por último mencionamos, que para vivir una vida que realmente agrade a Dios debemos acompañar lo anterior con las vestiduras poderosas provistas por el Padre de las luces.  Este último punto es el que detallaremos a continuación.

¿Cuáles son las armas que debemos vestir?

La oración, el ayuno, la Palabra y la alabanza constante son armas que debemos vestir y a ellas debemos sumar, vestirnos de Cristo.

¿Qué significa vestirse de Cristo?

Es la voluntad de Dios que cada uno de nosotros se vista de Cristo, es decir, viva como él.  Recordemos que el propósito de Dios es que seamos semejantes a su Hijo; es decir, que nuestra vida, nuestras actitudes y hábitos reflejen al Señor.

¿Es posible esto?  Sí, absolutamente sí, pero no vamos a lograrlo por medio de nuestras fuerzas, sino en dependencia total del Espíritu Santo y obedeciendo en desechar las obras del mundo y vestir las armas espirituales.

 Vestirse de Cristo.
Vestirse de Cristo es ser manso y humilde de corazón, es decir, ser cortés, ser considerado y vivir ejercitando el dominio propio.  Jesús nos invita en Mateo 11:29 a aprender de él, que es manso y humilde:  "Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras alma".

Muchos de nosotros no tenemos problemas en reconocer ante de Dios que somos pecadores, pero cuando alguien nos señala lo malo, nos justificamos y hasta nos ofendemos.  El apóstol Pedro en su primer Carta nos dice como debe ser nuestro actuar vestidos de Cristo: "Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente" (1 Pedro 2:23).

¡Nos vestimos de Cristo al ser mansos y humildes!

 Negarse a uno mismo.
"Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame."

Cristo no estimó el ser igual a Dios como algo a que aferrarse, sino que se humilló, se hizo obediente (Filipenses 2:6,7).  Uno se niega a sí mismo para beneficio de los demás.

¡Nos vestimos de Cristo cuando nos negamos a nosotros mismos!

 Perdonar.
"Nada nos mueve tanto al perdón como el maravilloso conocimiento de que nosotros mismos hemos sido perdonados".  Cristo enseñó acerca del perdón, y nos perdonó, así lo dice su Palabra en Efesios 4:32: "Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo."

En Colosenses 3:12-13, el apóstol Pablo nos dice que soportarnos y perdonarnos unos a otros, es vestirnos de Cristo, escogidos por Dios: "Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros."

¡Nos vestimos de Cristo al perdonar!

 Seguir la paz con todos.
En las "Bienaventuranzas" Cristo enseñó claramente sobre la bendición de ser pacificadores.  ¡Dios desea hijos pacificadores y no alborotadores!, porque él es el autor de la paz.  La Palabra nos confronta con la imagen de un Dios pacificador y reconciliador.

Veamos dos textos que respaldan estas afirmaciones.

"Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro.  De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros."
Colosenses 1:20

"Aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz."
Efesios 2:15.

Ser pacificadores significa no buscar la venganza, ni guardar rencores.  Muchos podemos pensar que no somos vengativos ni rencorosos, pero, ¿Alguno de nosotros a dejado de interesarse por alguien en algún momento, porque no recibió de ese alguien lo que esperaba?, o ¿Hemos dejado de orar por alguien que nos falló, crucificándolo en nuestro corazón?

¡Nos vestimos de Cristo al ser pacificadores!

 Orar.
Debemos vivir una vida de santidad y consagración manifestando día a día, la conducta del reino de Dios, viviendo bajo los principios del Reino, siendo constantes en la oración.

Cristo usó esta poderosa arma y la hizo parte de su vida, es decir, la oraciuón para Nuestro Señor Jesús era un estilo de vida (Lucas 6:12; 9:29; Mateo 14:23; 26:36; Marcos 14:32; Lucas 18:1; 22:41).

Jesús oraba agradeciendo, intercediendo y consultando, aun en tiempos de dolor y dificultad, en los evangelios observamos que Él era constante en la oración.

La Biblia nos exhorta a ser también constantes en la oración:

"gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración."
Romanos 12:12

"Orad sin cesar."
1Tesalonicenses 5:17

¡Nos vestimos de Cristo cuando oramos!

 Llevando el fruto del Espíritu Santo.
Para que nuestro carácter sea como el de Cristo, Dios ha provisto nueve gracias o virtudes mencionadas en Gálatas 5:22–24.

El fruto del Espíritu Santo refleja lo que Cristo es; amoroso, gozoso, lleno de paz, paciente, benigno, bueno, fiel, manso y templado.  Cristo tiene completo dominio propio.

¡Nos vestimos de Cristo al producir estos frutos en cada momento de nuestra vida: en público y en privado!

Cada día que pasa se acerca más nuestra salvación.  Cuanto más oscuro es el mundo, más lo debe iluminar la luz.  El apóstol Pablo nos llama a estar alertas porque la influencia de las tinieblas será cada día, más fuerte sobre nuestras vidas.

El discípulo comprometido no se estancará, sino que trabajará activamente con el Espíritu para acelerar en su vida aquella transformación que le permitirá mostrar la luz de Cristo en todo lugar y toda circunstancia.

¡Esta es nuestra vocación!


ORACION
Grande, Maravilloso y Majestuoso Jesús, te doy gracias porque has traído luz a mi vida, haciéndome comprender que debo alejar de mi, toda práctica del mundo que me aleja de ti y tus bendiciones.  Me has hecho ver mi Señor, que por medio de la oración constante, el ayuno, la lectura de tu Palabra y la alabanza, me fortalezco.  Estas son armas que tú Padre de las Luces, me has dado para vencer en el mundo.

Señor, ayúdame a vestirme de ti siendo manso y humilde de corazón, estando en paz con quienes comparto y me rodean, perdonando como tú me perdonas, negándome a mí mismo para que tú crezcas en mí, siendo constante en la oración y llevando el fruto de tu Espíritu Santo con integridad; y que así pueda mostrar tu luz en todo momento y circunstancia, venciendo la oscuridad y trabajando activamente en mi transformación, AMÉN.

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