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jueves, 18 de noviembre de 2010

¿Vivirán esos huesos? – Parte 1

Es mucha la gente que separa Antiguo Testamento y Nuevo Testamento como si se tratara de dos mensajes diferentes.  Pero, la Biblia es una y su mensaje principal, es un mensaje de Salvación, Esperanza y Amor.  Recordemos lo dicho por Pablo en 2 Timoteo 3:16: "Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia."

Como personas sabemos bien que todos nosotros tenemos problemas.  Como cristianos sabemos que por esto nuestro Señor Jesús vino a nosotros, para vencer todos nuestros problemas: "En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo."  (Juan 16:33b).

Hoy, estudiaremos una parte del libro de Ezequiel, que nos ayudará a entender cómo enfrentar nuestras circunstancias adversas y cómo afianzarnos en la verdad, independientemente de nuestra realidad.

Dice la Biblia que Ezequiel, un hombre como ustedes y como yo; un hombre sujeto a pasiones como las nuestras; un hombre que era tentado en sus debilidades pero que tenía un fuerte ministerio, en un momento es sorprendido por Dios cuando su tremenda mano viene sobre él.

Leamos Ezequiel 37:1-10 y prestemos especial atención al detalle, verso por verso, para que en cada caso podamos extraer sus enseñanzas:

"La mano de Jehová vino sobre mí, y me llevó en el Espíritu de Jehová, y me puso en medio de un valle que estaba lleno de huesos.  Y me hizo pasar cerca de ellos por todo en derredor; y he aquí que eran muchísimos sobre la faz del campo, y por cierto secos en gran manera.  Y me dijo: Hijo de hombre, ¿vivirán estos huesos? Y dije: Señor Jehová, tú lo sabes.  Me dijo entonces: Profetiza sobre estos huesos, y diles: Huesos secos, oíd palabra de Jehová.  Así ha dicho Jehová el Señor a estos huesos: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis.  Y pondré tendones sobre vosotros, y haré subir sobre vosotros carne, y os cubriré de piel, y pondré en vosotros espíritu, y viviréis; y sabréis que yo soy Jehová.  Profeticé, pues, como me fue mandado; y hubo un ruido mientras yo profetizaba, y he aquí un temblor; y los huesos se juntaron cada hueso con su hueso.  Y miré, y he aquí tendones sobre ellos, y la carne subió, y la piel cubrió por encima de ellos; pero no había en ellos espíritu.  Y me dijo: Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre, y di al espíritu: Así ha dicho Jehová el Señor: Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos, y vivirán.  Y profeticé como me había mandado, y entró espíritu en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies; todo un ejército grande en extremo."

La mano de Dios

"La mano de Jehová vino sobre mí, y me llevó en el Espíritu de Jehová, y me puso en medio de un valle que estaba lleno de huesos."
Ezequiel 37:1

La "mano de Jehová", aquí representa la presencia y la unción de Dios; mientras que el valle lleno de "huesos", nos ilustra nuestra época de crisis, de necesidad.  Entendemos entonces que cuando la unción de Dios viene sobre nosotros, no es para llevarnos a lugares tranquilos y bonitos, sino para introducirnos en intrincados laberintos de crisis y necesidad, porque allí es donde habrá de producirse vida victoriosa, que es la esencia del evangelio.

Si entendemos que necesitamos la mano de Dios, vamos a tener muchas victorias en nuestras vidas.  Porque es la mano de Dios la que permite que lo sobrenatural se haga natural, que lo que está en el espíritu pase a la vida física.  Si no está la mano de Dios en el valle de los huesos secos, seremos parte de ellos, seremos osamenta como ellos.

Nuestra circunstancia

"Y me hizo pasar cerca de ellos por todo en derredor, y he aquí que eran muchísimos sobre la faz del campo, y por cierto secos en gran manera."
Ezequiel 37:2

Este verso, nos muestra que no podemos de ninguna manera, quedarnos con las apariencias, con lo que vemos con nuestros ojos naturales.  Muy por el contrario, en cada cosa, deberemos buscar qué es lo que, exactamente, tiene Dios para nosotros.

La mano de Dios llevó a Ezequiel y le empezó a mostrar, en su espíritu, todo lo que estaba pasando en el valle.  Y él dice que da vueltas alrededor del valle de los huesos secos y mira, y saca un análisis del valle, y dice: De verdad que están secos y en gran manera secos.  Estos están desparramados, hay olor a podrido, están dislocados los unos de los otros, desunidos; aparentemente no hay solución para esta circunstancia; aparentemente no hay nada que se pueda sacar de este lugar.

Nuestra respuesta ante la circunstancia

"Y me dijo: Hijo de Hombre, ¿Vivirán esos huesos? Y dije: Señor Jehová, tú lo sabes."
Ezequiel 37:3

Cuando Dios hace una pregunta es porque quiere hablarnos, ya que la única manera que tiene Dios de manifestarse en la tierra es a través de nosotros mismos.  Él no se manifestará nunca de otro modo que no sea a través de mi vida o a través de su vida.  Él necesita de hombres y mujeres que proclamen su palabra; si los encuentra, se manifestará con todo su poder.

Nosotros debemos declarar la Palabra de Dios como él las pronuncia en el cielo.  Él se agrada de quienes declaran las palabras que Él dice, a pesar de lo que podamos estar viendo con nuestros ojos naturales.  Es por esto, que Dios se encara con Ezequiel y le pregunta: ¿Vivirán estos huesos?  Dios, cuando nos pregunta, no pregunta para que nosotros le informemos, porque Él ya conoce nuestra situación.  Cuando Dios pregunta, lo hace porque es la única forma que tiene para manifestarse a través de nosotros mismos.  Si Él pregunta y nosotros le respondemos, entonces le estamos dando lugar para que Él pueda manifestarse sobre nuestra situación y nuestra vida.

Muchísimas veces Dios nos pregunta y nuestra respuesta es algo así como: "¡Pero no!  ¡Qué van a vivir!  ¡Si esto está más que muerto!  ¡Más que seco!  ¡Todo desparramado!  ¡Una clavícula por aquí, algunas costillas por allá, una rodilla acá, un cráneo en otra parte!  No…  Esto no puede sobrevivir…  ¡Son un montón de huesos secos!  Comidos por los buitres y los gusanos; ¿Cómo va a vivir esto?  Puedo haber visto resucitar muertos, yo lo creo; puedo haber oído y también creído testimonios sobre resurrecciones, pero estaba todo el cuerpo entero.  Pero acá ni siquiera carne ha quedado."

Muchas veces nuestros ojos ven que es imposible que estos huesos vivan, nos parece que esto no puede salir adelante y no puede cambiar.  ¿Cambiará este matrimonio?  No hablamos, no nos miramos, no nos importa al uno lo del otro, ¿cómo va a cambiar?  ¿Cambiará mi hijo?  Pero que va a cambiar, tantos años sin estudiar, no quiere estudiar, miles de métodos utilizados y no le interesa.  ¿Cambiará mi esposo?  Ya no, una infidelidad tras otra, una agresión tras otra, una borrachera tras otra.

Señor, pero si todo está deshecho como va a cambiar, si ya el amor no existe, si el daño ha sido tanto que no se puede recuperar, si todo está desunido, por aquí y por allá.  Mis hijos, ni les intereso, solamente mi dinero.  Sin trabajo, cuantos intentos, tanto tiempo sin trabajar, estoy desactualizado.  Estos huesos están secos, desunidos, desparramados; secos en gran manera.

Aquí es donde Dios nos dice: "Bueno… entonces vuélvete a casa… otro día será…"

En cambio Ezequiel dice: "Señor Jehová, tú lo sabes."  Ezequiel sabía que Dios no buscaba información, sino que Dios buscaba que él le diera un lugar, para que Dios operara a través de su poder sobre su vida.

La mayoría de las veces Dios hará que pasemos por lugares donde otros no han visto una solución favorable, donde nosotros mismos nos sentimos en un bache, metidos en el medio de un montón de huesos desparramados; donde reina la misma muerte y se nos ríe a carcajadas y nos dice: "No sólo los maté, sino que también les quité toda la carne y desparramé todos los huesos.  Aquí no tienes nada que hacer, has llegado tarde, es irreversible."

¿Vivirán estos huesos?  Y él dice: tú lo sabes, porque yo sé que sabes algo que yo todavía no puedo ver con mis ojos naturales.  Yo sé que tú sabes algo que nadie me ha informado.

Dios sabe algo diferente a lo que nosotros sentimos.  Sentimos que los huesos están secos y los vemos secos, en gran manera.  Vemos que todas las puertas están cerradas, vemos que nuestro ministerio está frenado, vemos que nuestra familia está destruida, vemos que nuestra enfermedad no tiene cura, vemos que no podemos vencer este vicio, vemos que es inminente el divorcio.  Estamos viendo que no hay salida; hemos orado, hemos ayunado, hemos buscado, hemos intentado todas las posibilidades, pero…  ¿Qué es lo que sabes tú, oh Dios, acerca de mi situación?

Lo que cuenta en medio del valle, no es lo que nos parece ni lo que estamos sintiendo, ni siquiera lo que estamos viendo.  Porque esto será nuestra realidad, pero no es la verdad.

La verdad es lo que dice Dios.  Él dijo: "Yo soy la verdad" (Juan 14:6) y, "y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad." (2 Corintios 3:17).

La realidad no siempre nos va a sacar adelante, la realidad no siempre nos va a desatar.  La realidad nos va a hacer llorar delante del valle de los huesos secos, nos va a hacer gemir delante de la osamenta, nos va a hacer perder la orientación del profeta, nos va a sacar de los propósitos que Dios tiene para nuestra vida.

Hay una gran diferencia entre la realidad y la verdad.

La realidad no siempre es la verdad.  Que está usted enfermo, es su realidad; pero la verdad dice que por la llaga de Jesús ha sido usted sanado.  Esa es la verdad.

Que estemos desempleados, que andemos sin dinero y que lo poco que tenemos no alcanza ni para comer, puede ser nuestra su realidad; pero la verdad dice que Dios es nuestro pastor y que NADA nos faltará (Salmo 23:1); y que Él suplirá todas las cosas conforme a sus riquezas en gloria (Filipenses 4:19).  Así que es hora que vayamos pensando si nos quedamos en la realidad o nos plantamos en la verdad.

La realidad, siempre es cambiante.  Hoy vamos a tener una realidad y mañana, seguramente, vamos a tener otra.  Pero la verdad no, la verdad permanece para siempre, y si conocemos la verdad, seremos libres (Juan 8:32).  Pero debemos tener mucho cuidado, porque si bien es cierto que la verdad es lo que nos hace libre, lo real, práctico y concreto, es que es el "conocimiento de esa verdad" lo que consigue esa libertad.  Sin conocimiento podríamos andar años girando en derredor de esa verdad y no llegar a tocarla nunca, no llegando, por lo tanto, jamás a ser libres.

Profetizar

"me dijo entonces: profetiza sobre esos huesos, y diles: huesos secos, oíd palabra de Jehová."
Ezequiel 37:4

¡Ridículo!  Esta sería la única expresión lógica que podría escaparse de cualquier hombre o mujer racional que fuera testigo de esta escena.  Sin embargo hay una enseñanza muy clara aquí: no importa el estado en que se encuentre aquello o aquellos que nos rodean, Dios nos está mostrando claramente que, aunque reine la muerte, se escuchará su voz.  Nosotros no decidimos cuándo o a quién, simplemente debemos obedecer lo que Dios decide.

Así es que, cuando el profeta dio lugar, Dios le dijo: "profetiza".  Dile a estos huesos que vivirán, que traeré sobre ellos tendones y pondré carne, y haré subir piel y traeré espíritu y vivirán…  No me preguntes cómo, solo diles que vivirán…

Hoy debemos profetizar; ser profetas de Dios, porque la única manera en que podemos obtener buenos resultados, es que hablemos lo que Dios dice.  Si no hablamos lo que Dios dice, no vamos a tener resultado alguno.

La Biblia dice que el que ama la lengua come de los frutos de lo que habla (Proverbios 18:21).  Nosotros seremos siempre el producto de lo que hablamos.  Mañana será lo que hoy hablemos, mañana recogeremos los frutos que hoy hemos sembrado.  ¡Hablemos!  ¡Tenemos que declarar la palabra!  ¡Soltemos de una buena vez la palabra, sabiendo que no va a regresar vacía!  (Isaías 55:11).

¿Cuántos, aquí, tendrán valles de huesos secos, donde solamente reina la muerte, donde solamente está reinando el olor a podrido, la osamenta?  Donde sienten que solamente hay decepción, todo es separación, todas las divisiones juntas, no hay ni siquiera un rastro de vida.  Ya ni los buitres se acercan a comer un poco de carne porque esos huesos están pelados y resecos en gran manera.

Cuántos habrá, en este día, que tienen valle de huesos y hace tiempo que están llorando porque Dios les está preguntando:  ¿Vivirán estos huesos?  ¿Crees que lo lograrás?  ¿Llegarás a solucionar este problema?  ¿Se te abrirá esta puerta?  Porque Dios siempre preguntará. Dios no obrará en una persona sordomuda espiritualmente. Jamás hará algo con quien no le hable.  Él quiere hacer a través de seres humanos, no de máquinas.  Él habló con Adán, habló con Jesús, habló con los viejos patriarcas y profetas; Dios habla, no es mudo.  ¡Lo que pasa es que el pueblo es sordo!

Si Dios nos dice que haremos milagros, comenzaremos a hablar como hombres y mujeres que hacen milagros. - ¡Pero, es que voy a hacer el ridículo! – Permítanme ser rudo y casi grosero: ¡No importa que nos digan que estamos haciendo el ridículo; nosotros le creemos a Dios, no a los hombres.  Dios va a transformar el valle de los huesos secos en vida abundante!  Quizás, los demás se rían un poco cuando nos vean hablar con esos huesos secos, pero nosotros reiremos después, cuando veamos esos huesos viviendo.

Siempre habrá alguien que se ría y se burle.  Ellos se rieron cuando vieron a unos pobrecitos dando vueltas como monigotes alrededor de un muro.  Hasta a Jesús colgado en la cruz se le rieron y se le burlaron.

Aunque cueste, hablemos la Palabra.  Hagamos el ridículo ante la sociedad "culta" si es necesario.  Que se rían, que se burlen.  Dios siempre tiene la última palabra.

El nombre de Dios es poderoso, pero él quiere que lo hable y lo declare y lo confiese una persona de carne y hueso. Una persona como usted y yo.  Como hijos de hombre, somos limitados, como hijos de Dios, somos ilimitados.  Dios le habla a Ezequiel y le dice: Hijo de hombre, sé que estás limitado. Pero no te olvides que eres mi hijo.

Por eso, si hablamos como hombre, tendremos mucho que perder, pero si hablamos como hijos de Dios, tendremos mucho por ganar, mucho por transformar y muchas cosas buenas por contar…

ORACION:
Te alabo Señor y te doy gracias, Padre Celestial, por tu amor y bondad, sobre mi vida y mi familia. Padre Todopoderoso, hoy he comprendido cómo debo actuar ante una situación, por difícil que esta sea. Hoy sé, Señor, que si tú me preguntas por mi situación, es porque me quieres mostrar tus maravillas, deseas que yo crea en ti, que no dude de tu Palabra y que profetice sobre ese grupo de huesos secos.

En este momento, en el nombre de Cristo Jesús, me paro en la brecha, por mi familia y por mí.  Me levanto profetizando en el nombre que es sobre todo nombre, que esta realidad cambiará por tu mano poderosa, por tu inigualable poder, y sí, vivirán estos huesos secos.

Tú conoces Señor, mi situación, tú conoces mis finanzas, tú conoces la situación de mi matrimonio, de mi hogar, de mis hijos; conoces bien mi enfermedad, conoces mis temores, conoces mis aflicciones… Yo, hoy conozco, que tú me hablas en medio de este valle de huesos secos, para que yo profetice sobre ellos.  Hoy, harás el milagro que yo necesito, hoy estos huesos se llenarán de carne y de vida, en el nombre de Cristo Jesús, AMÉN.

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