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miércoles, 9 de diciembre de 2009

Una abundante Bendición

Ya hemos mencionado, en ocasiones anteriores lo poderosa que es la oración.  La oración es la fuerza, el poder y el secreto que mueve al cielo y hace que el mundo se mueva a su compás.  Todo el secreto del poder reside en la santidad que da energía al alma, y a todo el ser lleno de amor ardiente que se derrama en oración a Dios.

También hemos dicho que la oración es un acto de máxima prioridad y que sin duda alguna, es la disciplina más importante en la vida del cristiano. Jesús nos muestra como la oración era en él una forma de vivir.  Entonces cuanto más debe ser prioritaria en nuestras propias vidas…

Hoy nos enfocaremos en como la oración nos permitirá la conquista de nuestra "Tierra Prometida" y el reclamo de nuestra herencia que nos ha sido dada en Cristo, por lo que veremos el ejemplo de Jabes.

En la Biblia, específicamente en 1 Crónicas 4, encontramos la oración de Jabes, quien por medio de ella eleva alabanzas a su nuevo Dios, un Dios que recientemente había encontrado uniéndose a la nación de Israel.  Un Dios en quien había hallado refugio, tal y como anteriormente lo había hecho Rut: "Respondió Rut: No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios." (Rut 1:16).

Jabes comprendió que nuestra seguridad la da, la protección de Dios, vivo y verdadero, por lo que se deposita en sus manos, encomendándose completamente a Él. Es por esto que la oración de este hombre es un testimonio de su gran fe.

El sufrimiento y la Gloria de Dios.

La historia de Jabes comienza con dolor y tristeza, tanto así que su madre le puso por nombre Jabes (dolor), ya que ella había dado a luz un hijo con mucho sufrimiento. 1 Crónicas 4:9b "al cual su madre llamó Jabes, diciendo: Por cuanto lo di a luz en dolor."

Sin embargo, aún cuando Jabes fue un hijo nacido del dolor, él se destacó y fue prominente entre sus hermanos: "Y Jabes fue más ilustre que sus hermanos" (1 Crónicas 4:9a).  Es muy probable que incluso Jabes destacara dentro de su pueblo, por algunas obras públicas y patrióticas que hizo, e incluso como algunos escritores judíos lo mencionan, destacó como eminente doctor de la ley, con tal fama que atrajo a muchos escribas a su lado; por esto una ciudad lleva su nombre: "Y las familias de los escribas que moraban en Jabes fueron los tirateos, los simeateos y los sucateos, los cuales son los ceneos que vinieron de Hamat padre de la casa de Recab." (1 Crónicas 2:55).

El nacimiento de Jabes, nos recuerda al del hijo menor de Jacob, quien fue llamado por su madre, antes de morir "hijo de mi aflicción", pero a quien Jacob llamó "hijo de mi diestra", indicando que Benjamín sería el heredero de su fuerza (Génesis 35:18).

No podemos evitar sufrir, ni tener problemas, ni tribulaciones; pero sí podemos entender con claridad, como nos dijo el apóstol Pablo, que el sufrimiento y la tribulación, son momentáneas y que a ellos les sigue la Gloria de Dios que se revela en nosotros, y es eterna.  2 Corintios 4:17 "Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas."  La Biblia nos enseña que esta Gloria fue real para Benjamín, al igual que para Jabes, pero sobre todo, aplicable a nuestro Señor Jesús, por lo que siendo nosotros herederos en él, es aplicable a nosotros también.

Los sufrimientos de Jesucristo en la cruz, fueron seguidos por su exaltación a la diestra de Dios Padre en los cielos.  La Palabra de Dios nos dice que nosotros somos herederos de la promesa de Dios y coherederos en Cristo, por lo que somos llamados a participar de los sufrimientos de Cristo, y por supuesto, debido a que el Espíritu de Gloria reposa sobre nosotros, sabemos que seremos glorificados juntamente con Cristo: "Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados." (Romanos 8:17).

La oración de Jabes.

1 Crónicas 4:10b
"¡Oh, si me dieras bendición, y ensancharas mi territorio, y si tu mano estuviera conmigo, y me libraras de mal, para que no me dañe!"

Aún cuando esta oración es sencilla y de pocas palabras, nos deja grandes enseñanzas sobre la forma de orar.  Analizando la oración de Jabes, podemos dividirla en cinco (5) partes.

1. ¡Oh, si me dieras bendición…!

Jabes reconocía que el Dios de Israel, a quien él estaba invocando, era la fuente de toda bendición.  Del mismo modo, nos lo enseña Santiago: "Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación." (Santiago 1:17).

Consciente de las bendiciones de Dios, Jabes muestra su fe pidiendo en oración por una bendición abundante, sabiendo que su fe no será despreciada.

En nuestras vidas podemos aplicar esto a nosotros mismos.  Nuestro Señor, por su amor y gracia, nos ha dado vida, y vida en abundancia, como nos dice Juan 10:10b "yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia".

2. ¡… y ensancharas mi territorio…!

Jabes oraba para que su territorio fuera ensanchado.  En Josué 1:3, hallamos un hermoso ejemplo en este sentido, en el momento en que Josué recibe la promesa de parte de Dios: "Yo os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de vuestro pie".  Así, nosotros también debemos conquistar paso a paso nuestra "Tierra Prometida" y reclamar la herencia que nos ha sido dada en Cristo, una herencia que nos dará la victoria, que nos dará bendiciones eternas en lugares celestiales, y bendiciones en nuestra vida actual, con las que podremos cantar como Isaac lo hizo en Génesis 26:22c "Porque ahora Jehová nos ha prosperado, y fructificaremos en la tierra".  De igual forma el salmista nos dice en el Salmo 27:13 "Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová en la tierra de los vivientes".  El deseo de Dios, por su amor a nosotros, es que nosotros estemos bendecidos.

3. ¡… y si tu mano estuviera conmigo...!

Jabes le  ruega a Dios, y descansa en su ayuda y en su guía, él sabe que no es con sus propias fuerzas, o con su conocimiento, que el puede salir adelante y vencer.  El quería ser llevado por la mano de Dios, de manera que pone su vida completa en las manos de Él.  Cuando ponemos nuestras vidas en las manos de Dios, estamos reconociendo los milagros que esas manos poderosas son capaces de hacer.  Con "mano poderosa" Israel fue librada de Egipto y traída a la tierra de Canaán: "Y endureció Jehová el corazón de Faraón rey de Egipto, y él siguió a los hijos de Israel; pero los hijos de Israel habían salido con mano poderosa." (Éxodo 14:8).

¿Hemos puesto nuestra vida en la mano de Dios?  ¿Hemos reconocido que Dios está a nuestro favor y que por lo tanto, todo aquello que nos hostiga debe retroceder?  Recordemos que, "La mano de nuestro Dios es para bien sobre todos los que le buscan." (Esdras 8:22b).

4. ¡… y me libraras del mal...!

La cuarta parte de la oración de Jabes, puede interpretarse de dos formas:

a. El mal como algo que nos daña: Nosotros como cristianos sabemos que nuestras bendiciones tienen un carácter espiritual y celestial; sin embargo, como discípulos de Cristo sabemos que estamos por él cubiertos y que nuestra herencia en Dios es su protección. "Ninguna arma forjada contra ti prosperará, y condenarás toda lengua que se levante contra ti en juicio. Esta es la herencia de los siervos de Jehová, y su salvación de mí vendrá, dijo Jehová." (Isaías 54:17).

b. El mal como pecado: El Señor Jesús, nos enseña que es necesario que nosotros pidamos en oración ser guardados de la tentación y librados del mal (Mateo 6:13a) "Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal".  Pero también es nuestra responsabilidad y obligación huir de tales males: "Hubo en tierra de Uz un varón llamado Job; y era este hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal." (Job 1:1).

5. ¡… para que no me dañe!

El Señor desea protegernos de todos los males, sin embargo no estamos exentos a encontrar en nuestro camino dolor y tristeza, pero con la mano poderosa de Dios, podremos salir victoriosos ante cualquier situación adversa; por esto, debemos caminar con él, así el daño nunca más nos provocará dolor.

Es muy triste que las personas cedan al mal, y por esto sean traspasadas con muchos dolores (1 Timoteo 6:10) "porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores".

La oración de Jabes, que tendrá muchísimas más enseñanzas que estas, fue contestada.  El versículo 10 de 1 Corintios 4, concluye diciendo: "Y le otorgó Dios lo que pidió."

Estoy completa y absolutamente seguro, que Dios escucha nuestras oraciones, y este es el feliz mensaje que resuena en las palabras finales de este versículo.  Este mensaje nos alienta a seguir el ejemplo de Jabes: Confiar plenamente en nuestro Señor y entregar nuestra vida en sus manos poderosas.

ORACION
Señor Jesús, cuánta duda, durante tanto tiempo ha llegado a mi corazón y no me ha permitido ver tus maravillas en mi vida.  Hoy te pido como Jabes, que me des tus bendiciones, que ellas me alcancen, y sobrepasen y abunden en mi vida.  Te pido Dios que ensanches mi territorio, me entrego completamente a ti, para que tu poderosa mano esté conmigo siempre librándome del mal, evitando que llegue a mí y me dañe.  Hoy me propongo firmemente, alejarme de todo lo malo, de todo aquello que no permite que tus bendiciones lleguen a mi vida.  Tómame con tu mano poderosa y derrama en mi tu fortaleza, amor y tu paz.  Gracias Señor, AMÉN.

Me Sanaste, Me Liberaste

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