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domingo, 17 de abril de 2011

La verdadera adoración – Parte 2

(Según el libro de Daniel)

Hoy continuaremos con nuestro estudio sobre la verdadera adoración, el cual hemos basado en libro de Daniel.  Para esto quisiera hacer antes un breve resumen de los puntos principales tratados en la primer parte.

Hablamos anteriormente que lo más notable en la vida de Daniel, fue su oración.  Daniel tenía una vida de oración fresca y permanente, que mantuvo a lo largo de sus años y que nunca dejó de cultivar.

Era por medio de esta oración que Daniel adoraba a Dios.  Es así como Daniel es un ejemplo para nosotros de cómo nuestra vida de adoración debe darse por medio de la oración.  Hasta ahora de Daniel hemos aprendido:

1. A compartir nuestros asuntos de oración con hermanos en el Señor (Daniel 2:17), es decir, el poder de la comunión en la oración.  (Mateo 18:19-20)

2. Una vida de oración significa tener comunión con Dios, esto nos da seguridad en medio de la inseguridad.  (Daniel 2:12,16)

3. La verdadera adoración es orar con agradecimiento.  (Daniel 2:19-23)

4. Dios siempre debe estar en el primer lugar en nuestras vidas, después todo lo demás.  (Daniel 2:24)

5. La verdadera adoración es orar con regularidad.  (Daniel 6:10)

También hemos aprendido algunas características valiosas de la oración según muestra Daniel 6:10

1. La comunión en la oración tiene poder, pero debemos aprender a orar solos también.

2. Debemos tener constancia en la oración, no desistir.

3. Debemos levantar un altar para nuestra comunión con Dios, por lo que debemos tener un lugar fijo de oración.

4. La comunión inalterable con Dios, por medio de la oración, se logra cuando abrimos nuestro corazón a Dios, cuando le adoramos.

5. Siempre debemos orar en el nombre de Jesús, siendo Él nuestra dirección.

Ahora aprenderemos el tercer punto que nos enseña Daniel sobre la verdadera adoración.

La verdadera adoración tiene su fundamento en la Palabra.

"En el año primero de Darío hijo de Asuero, de la nación de los medos, que vino a ser rey sobre el reino de los caldeos, en el año primero de su reinado, yo Daniel miré atentamente en los libros el número de los años de que habló Jehová al profeta Jeremías, que habían de cumplirse las desolaciones de Jerusalén en setenta años.  Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza.  Y oré a Jehová mi Dios e hice confesión diciendo: Ahora, Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos."
Daniel 9:2-4

Cuando el profeta comprende que el cautiverio tenía un plazo de 70 años, conforme a lo escrito por Jeremías, enseguida comenzó a orar.  Esta actitud hacía que Daniel se transformara cada vez más profundamente.

Por medio de la oración nosotros somos transformados, sometiendo nuestra voluntad a la voluntad de Dios, entendiendo que es en la voluntad de Dios donde obtenemos la victoria en nuestras vidas.

¿Qué hace Daniel cuando comprende la Palabra de Dios?

En primer lugar: Reaccionó inmediatamente, es decir, sin demora.

En segundo lugar: No buscó al hombre (al rey Darío), sino a su Dios Todopoderoso.

En tercer lugar: Buscó a Dios en oración y ruego – aquí vemos otra vez su seriedad y constancia.

En cuarto lugar: Ayunó en cilicio y ceniza, lo que quiere decir que demostró arrepentimiento. Daniel no se consideraba superior como para no tener que arrepentirse.

En quinto lugar: Oró a su Dios personal.  Tenía una relación personal con Él.

En sexto lugar: Oró con gran reverencia.

En sétimo lugar: Oró con confianza en la fe, poniendo su esperanza en la gracia y bondad del Señor.

Debemos orar para comprender la Palabra de Dios, y estudiar la Palabra de Dios para orar.

La verdadera adoración es hecha con autoridad espiritual.

"En el año tercero de Ciro rey de Persia fue revelada palabra a Daniel, llamado Beltsasar; y la palabra era verdadera, y el conflicto grande; pero él comprendió la palabra, y tuvo inteligencia en la visión.  En aquellos días yo Daniel estuve afligido por espacio de tres semanas.  No comí manjar delicado, ni entró en mi boca carne ni vino, ni me ungí con ungüento, hasta que se cumplieron las tres semanas."
Daniel 10:1-3

Nuevamente Daniel nos muestra que al escuchar y entender la Palabra que Dios tiene para nosotros, debemos buscarle en oración. 

En muchas ocasiones incluso, y sobre todo cuando nuestros problemas, adversidades y conflictos son grandes, nuestra oración debe estar acompañada con el ayuno, esto hará que estemos más limpios, fortalecidos y lúcidos para comprender la respuesta de Dios y saber entonces cómo actuar por medio de la autoridad espiritual que Dios nos ha dado.

Un tiempo de oración y ayuno, nos dejará ver la respuesta de Dios en nuestra vida, una respuesta espiritual y sobrenatural que Dios hará de forma natural: "Y he aquí una mano me tocó, e hizo que me pusiese sobre mis rodillas y sobre las palmas de mis manos. Y me dijo: Daniel, varón muy amado, está atento a las palabras que te hablaré, y ponte en pie; porque a ti he sido enviado ahora. Mientras hablaba esto conmigo, me puse en pie temblando.  Entonces me dijo: Daniel, no temas; porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido."  (Daniel 10:10-12)

La Palabra de Dios nos dice que Dios nos escucha desde el primer día que nosotros nos disponemos en adoración.

Desde el primer día en que empecemos a mirar a Dios en el camino de nuestro deber, Él estará preparado para encontrarnos en el camino de la misericordia.

Pero Dios no solamente nos escucha, sino que también nos responde enviando, muchísimas veces, ángeles que actúen a nuestro favor: “¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?”  (Hebreos 1:14).  Ahora Dios nos mostrará cuáles son sus propósitos y así alcanzaremos nuestra victoria y lograremos nuestra paz.

¿Cuál es el resultado de la adoración?

 Seremos muy amados por Dios, como lo era Daniel.  (Daniel 9:23, 10:11,19)

 Dios nos promete que desde el primer día que le adoramos hemos sido escuchados, aunque la respuesta llegue tiempo después.  (Daniel 10:13)

 Dios envía ángeles a nuestro favor para cumplir especialmente nuestras peticiones en oración.  (Daniel 10:12)

 El cielo se conmueve cuando alguien impulsado por Dios ora.  ¡Cuántas cosas pueden acontecer si somos verdaderos adoradores!

Debemos orar por aquello que entendemos, pero también por aquello que no entendemos.

La verdadera adoración dura toda la vida.

"En el año tercero de Ciro rey de Persia fue revelada palabra a Daniel, llamado Beltsasar; y la palabra era verdadera, y el conflicto grande; pero él comprendió la palabra, y tuvo inteligencia en la visión."
Daniel 10:1

En el tercer año del rey Ciro, hacía ya 70 años que Daniel vivía en Babilonia. Probablemente su vida de oración se inició cuando todavía era adolescente, y a la edad de más de 80 años, todavía no había disminuido.  Ahora como antes, Daniel era un hombre de intensa adoración.

Daniel nos enseña que la adoración es un estilo de vida.  La adoración es una actitud de nuestro corazón; es reconocer la misericordia y la gracia de Dios para nosotros, es reconocer lo que Dios es y lo que ha hecho por nosotros.  Es entender que sin él estaríamos perdidos, es agradecer por todo, porque es su voluntad divina.

 
ORACION:
Señor te doy gracias por traer luz a mi vida por medio de tu Palabra, por hacerme entender que en ti siempre habrá una respuesta para mí y que aún hoy cuando las cosas no están tan claras como quisiera, tú estás enviando a mi favor ángeles, en quienes seguro y confiado estoy.

Señor danos la fortaleza y la voluntad de ser hombres y mujeres de oración y adoración hoy, de permanecer siendo hombres y mujeres de oración y adoración mañana, y de ser todavía hombres y mujeres de oración y adoración en la ancianidad; y esto, tanto más, porque vivimos en una época en la cual comienzan a cumplirse las profecías de Daniel del tiempo final.  Sé nuestra justicia ahora, y nuestra confianza esté depositada en ti eternamente, en la vida, en la muerte, en el día del juicio y por siempre jamás, en el nombre de nuestro Señor Jesús, AMÉN.

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