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martes, 29 de marzo de 2011

Obteniendo la victoria

Es importante que nosotros como Hijos de Dios, nos demos cuenta de que realmente podemos vencer cualquier situación que llegue a nuestra vida, por medio de Nuestro Señor Jesús: "Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó." (Romanos 8:37)

El mensaje de hoy, está dirigido a todo aquel que está dispuesto a no escuchar más la voz del diablo que le dice que no puede, que le dice que Dios no ve nuestras necesidades, ni siente nuestro dolor.  Este mensaje es para aquellos que saben que Dios si ve, que Dios si conoce lo que hay en su corazón.  Este mensaje es dirigido a todo aquel que está dispuesto a ponerse de pie, ahí donde se encuentra, para pelear su batalla en el nombre de Cristo Jesús y obtener la victoria.

Leamos 1 Samuel 17:1-3

"Los filisteos juntaron sus ejércitos para la guerra, y se congregaron en Soco, que es de Judá, y acamparon entre Soco y Azeca, en Efes-damim. También Saúl y los hombres de Israel se juntaron, y acamparon en el valle de Ela, y se pusieron en orden de batalla contra los filisteos.  Y los filisteos estaban sobre un monte a un lado, e Israel estaba sobre otro monte al otro lado, y el valle entre ellos."

Cuando nos enfrentamos a nuestros enemigos y temores, aumenta en nosotros la tensión y la ansiedad. No hay guerra que no sea cruel y en el espíritu es igual, nuestras guerras espirituales son crueles, especialmente crueles.

Estando al frente de nuestras tormentas y listos para luchar, debemos ser muy cuidadosos, un descuido y un dardo del enemigo vendrá contra nosotros a derrotarnos.

No podemos huir de nuestras batallas, tenemos que hacer frente a esos gigantes que nos atacan y vencerlos.  Por esto seguiremos cinco (5) pasos para luchar y obtener la victoria.

1. Identificar nuestro adversario

"Salió entonces del campamento de los filisteos un paladín, el cual se llamaba Goliat, de Gat, y tenía de altura seis codos y un palmo.  Y traía un casco de bronce en su cabeza, y llevaba una cota de malla; y era el peso de la cota cinco mil siclos de bronce.  Sobre sus piernas traía grebas de bronce, y jabalina de bronce entre sus hombros.  El asta de su lanza era como un rodillo de telar, y tenía el hierro de su lanza seiscientos siclos de hierro; e iba su escudero delante de él.  Y se paró y dio voces a los escuadrones de Israel, diciéndoles: ¿Para qué os habéis puesto en orden de batalla? ¿No soy yo el filisteo, y vosotros los siervos de Saúl?  Escoged de entre vosotros un hombre que venga contra mí.  Si él pudiere pelear conmigo, y me venciere, nosotros seremos vuestros siervos; y si yo pudiere más que él, y lo venciere, vosotros seréis nuestros siervos y nos serviréis.  Y añadió el filisteo: Hoy yo he desafiado al campamento de Israel; dadme un hombre que pelee conmigo.  Oyendo Saúl y todo Israel estas palabras del filisteo, se turbaron y tuvieron gran miedo."
1 Samuel 17:4-11

Goliat era un "paladín", es decir un campeón que había vencido a muchos, muy grande y poderoso, solamente su armadura pesaba más de 50 kilos y su lanza más de seis.  Aún más Goliat no andaba solo, había un escudero con él.

Así son muchas veces nuestros problemas, grandes y poderosos, gigantes que nos acosan, nos turban y atemorizan, y por lo general nunca vienen solos.  Traen pensamientos que nos atormentan, que nos derrotan desde antes de comenzar nuestra lucha.  ¿Para qué te has puesto en orden de batalla? nos dicen.  ¿No te das cuenta de que ya has sido derrotado?,  ¿no te das cuenta de que no puedes salir de donde estás?,  ¿has observado cuantas veces has tratado y no has podido?

"Venía, pues, aquel filisteo por la mañana y por la tarde, y así lo hizo durante cuarenta días."
1 Samuel 17:4-11

¿Cuánto tiempo hemos estado escuchando la voz de los gigantes que nos acechan?,  ¿cuánto tiempo escuchando un espíritu de cobardía, un espíritu de apatía, un espíritu de alcoholismo, un espíritu de dolor, un espíritu de pornografía, desidia, pereza, ira…?

Hemos estado viendo con nuestros ojos físicos los problemas a que nos enfrentamos y no hemos entendido que con nuestros ojos no podemos ver más allá de una pared, pero con los ojos de Dios podemos ver mucho más allá.

Ese problema con nuestros hijos, ese problema en nuestro trabajo, en nuestro matrimonio, con nuestros vicios, con nuestras finanzas…  Solamente estamos viendo el problema, pero ya Dios vio nuestra solución.

Dios mira no solamente nuestra situación actual, si no que mira también nuestro futuro, Dios mira las bendiciones que vienen para nuestra vida, porque Él es quien las trae.

2. Reconocer quienes somos

"Dijo Saúl a David: No podrás tú ir contra aquel filisteo, para pelear con él; porque tú eres muchacho, y él un hombre de guerra desde su juventud.  David respondió a Saúl: Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba. Fuese león, fuese oso, tu siervo lo mataba; y este filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha provocado al ejército del Dios viviente. Añadió David: Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo. Y dijo Saúl a David: Ve, y Jehová esté contigo."
1 Samuel 17:33-37

A lo largo de nuestra vida, Dios nos ha ido preparando para enfrentar nuestros gigantes. Nosotros no lo sabemos, porque hemos estado viendo nuestra vida con ojos carnales y no con ojos espirituales. Pero hoy, Gloria a Dios por esto, el Señor nos abre nuestros ojos espirituales, quita todo velo de nuestra vista y nos muestra que Él ha estado preparándonos para la victoria, al igual que hizo con David. David le dijo al rey Saúl, ignorando la voz de quien le decía que no podía vencer, Dios quien me ha librado de las garras del león y del oso, también me librará de la mano de este filisteo.

Si Dios nos ha traído aquí donde estamos, si durante toda nuestra vida nos ha librado de los peligros a los cuales hemos sido expuestos, hoy nos librará también de la situación que estemos pasando, sea esta física, emocional o espiritual. Debemos creerlo, porque solamente así veremos la Gloria de Dios. Juan 11:40, nos dice: "--¿No te dije que si crees verás la gloria de Dios? --le contestó Jesús."

Pero, ¿quién era David cuando salió a enfrentarse con el gigante?

David no era cualquier creyente, sino el rey ungido de Dios, puesto que Samuel ya lo había ungido (1 Samuel 16:13). Faltaban años hasta que empezara a reinar, pero ya era el ungido y como ungido, no salió a pelear su propia batalla. Tenía responsabilidad por el pueblo que algún día iba a gobernar. Como el rey Saúl rehusó cumplir con esa responsabilidad, esta cayó en David. Cuando David escuchó el desafío de Goliat, lo que lo molestó fue que el gigante se atrevió a desafiar "al ejército del Dios viviente" (1 Samuel 17:26). Como el futuro comandante de ese ejército y con la abdicación del actual comandante, David tuvo que actuar. David no peleó por sí mismo sino por el pueblo de Dios.

Nosotros hemos sido hechos hijos de Dios y nuestras batallas no son solamente por nosotros, si no que nuestras batallas debemos ganarlas para Dios. Debemos salir en el nombre de Dios para pelear la batalla de Dios a favor de los hijos de Dios.

3. Prepararnos para luchar

"Y Saúl vistió a David con sus ropas, y puso sobre su cabeza un casco de bronce, y le armó de coraza. Y ciñó David su espada sobre sus vestidos, y probó a andar, porque nunca había hecho la prueba. Y dijo David a Saúl: Yo no puedo andar con esto, porque nunca lo practiqué. Y David echó de sí aquellas cosas."
1 Samuel 17:38-39

Saúl vistió a David con sus ropas y su armadura, con su casco y espada, pero David ni siquiera podía caminar. Para nuestra batalla no debemos vestirnos con la armadura de nadie, cada quien tiene su propia armadura dada por Dios. En nuestro andar con Dios vamos adquiriendo la experiencia individual y única que cada uno de nosotros necesita para vencer.

Desechemos de nuestra vida todas aquellas cosas que impiden que nosotros podamos pelear nuestra buena batalla. No es con nuestras armas o armaduras, sino con las armas que Dios nos da con las que debemos luchar. Efesios 6:14-18a nos dice cuáles son las armas con que Dios nos viste para que podamos vencer: "Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu."

No podemos seguir pensando que nosotros tenemos autoridad y capacidad para vencer con nuestras propias armas; vamos a seguir fumando, vamos a seguir bebiendo, vamos a seguir enfermos, vamos a seguir con un matrimonio cada vez en peores condiciones, vamos a seguir con los problemas con nuestros hijos, vamos a seguir con nuestros problemas económicos, vamos a seguir en nuestra vida de tormento y pecado, mientras no luchemos con las armas de Dios. Solamente con sus armas seremos vencedores. Separados de Dios nada podemos hacer: "Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer." (Juan 15:5)

Si insistimos pelear con nuestras propias armas no llegaremos a ningún lado y nunca lograremos vencer.

4. Usando las armas de Dios

"Y tomó su cayado en su mano, y escogió cinco piedras lisas del arroyo, y las puso en el saco pastoril, en el zurrón que traía, y tomó su honda en su mano, y se fue hacia el filisteo. Y el filisteo venía andando y acercándose a David, y su escudero delante de él. Y cuando el filisteo miró y vio a David, le tuvo en poco; porque era muchacho, y rubio, y de hermoso parecer. Y dijo el filisteo a David: ¿Soy yo perro, para que vengas a mí con palos? Y maldijo a David por sus dioses. Dijo luego el filisteo a David: Ven a mí, y daré tu carne a las aves del cielo y a las bestias del campo."
1 Samuel 17:40-44

David no entró en la batalla sin prepararse, llevó su bastón, su onda y su bolsa. Fue al río y recogió cinco piedras lisas, sobre las que el agua había fluido, limpiado y pulido. Sin embargo, esas piedras estaban inertes, hasta que David las recogió. Estas piedras lisas representan a muchos de nosotros, cristianos bautizados con agua, hechos limpios, pero todavía inactivos. Estamos inertes, no hacemos nada.

Debemos hacer algo ya, pero quizás nadie nos ha ayudado a entrar en la batalla. Hoy recibimos esta Palabra de Dios, como una invitación, un llamado, un reclutamiento para luchar nuestra batalla y vencer.

En Efesios 6:10-14, Pablo nos dice que nosotros tenemos que estar preparados para enfrentar nuestras luchas y que Dios nos da armadura suficiente para ganar la batalla, pero tenemos que ponérnosla y usarla.

La armadura de Dios tiene varias piezas, pero David enfatizó en una de ellas sin la cual las otras no pueden funcionar: "la fe". David avanzó en fe como arma ofensiva, y Pablo dice que la fe funciona como arma defensiva para protegernos de las flechas encendidas del diablo.

Por lo tanto, cuando salgamos a enfrentarnos con nuestros enemigos, tengamos fe en Dios y venceremos hasta a los espíritus malignos.

5. Obteniendo la victoria

"Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel. Y sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestras manos. Y aconteció que cuando el filisteo se levantó y echó a andar para ir al encuentro de David, David se dio prisa, y corrió a la línea de batalla contra el filisteo. Y metiendo David su mano en la bolsa, tomó de allí una piedra, y la tiró con la honda, e hirió al filisteo en la frente; y la piedra quedó clavada en la frente, y cayó sobre su rostro en tierra. Así venció David al filisteo con honda y piedra; e hirió al filisteo y lo mató, sin tener David espada en su mano. Entonces corrió David y se puso sobre el filisteo; y tomando la espada de él y sacándola de su vaina, lo acabó de matar, y le cortó con ella la cabeza. Y cuando los filisteos vieron a su paladín muerto, huyeron."
1 Samuel 17:45-51

David salió solo al encuentro con Goliat. Nadie se atrevía ir a la batalla con él. El que debía ir, el rey Saúl, no quiso. David se enfrentó a la necesidad de la hora solo.

Muchas veces tenemos que hacer lo mismo. Cuando estamos enfrentándonos a los gigantes personales en nuestras vidas (un pecado difícil de vencer, el miedo, la mentira, la pereza,…) tenemos que hacerlo solos. Cuando la gigantesca necesidad de la hora demanda acción, y nadie quiere hacer nada, y los que deben actuar no se mueven, tenemos que estar dispuestos a salir solos al encuentro. En 1 Samuel 17:46, David enfatizó que estaba solo diciendo, "Yo te venceré y te cortaré la cabeza. Hoy mismo echaré los cadáveres del ejército filisteo a las aves del cielo y a las fieras del campo." David estaba dispuesto a pelear no solamente contra Goliat sino contra todo el ejército filisteo, y hacerlo solo.

Es muy importante que sepamos que David ganó la batalla con su fe, rehusó depender de la armadura de Saúl (1 Samuel 17:39). No llevó ni siquiera una espada, solo sus armas de pastor. Su declaración ante el gigante claramente mostró en quién confiaba (1 Samuel 17:45-47).

Así mismo debemos luchar nosotros, debemos decirle a nuestros problemas y situaciones adversas: "Vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo contra ti en el nombre del Señor Todopoderoso, el Poderoso Guerrero, y hoy mismo el Señor te entregará en mis manos, y todo el mundo sabrá que hay un Dios. Todos los que me vean vencer reconocerán que el Señor salva sin necesidad de espada ni de lanza. La batalla es del Señor, y él entregará todo problema en nuestras manos."

Recordemos que los títulos Mesías y Cristo significan "el ungido". En el Antiguo Testamento, ungían a los reyes, a los sacerdotes y en una ocasión, a un profeta. Sin embargo, nadie podía ocupar más de dos de esos oficios. De hecho, el rey Usías se metió en problemas por tomar el papel de sacerdote cuando no era suyo. David era rey y profeta pero no sacerdote. Todos los ungidos del Antiguo Testamento anticiparon la venida del Cristo, el que cumpliría con los tres oficios: profeta, sacerdote y rey, y lo haría perfectamente.

Cuando Jesús llegó, era llamado Hijo de David. Por eso al igual que David, El Ungido de Dios salió en el nombre de Dios para pelear la batalla de Dios a favor del pueblo de Dios. Sin embargo, diferente a David, Jesús no ganó la victoria matando sino muriendo. Por su muerte, nosotros participamos en su victoria sobre el pecado, la condenación, la muerte y el diablo.

Hebreos 11:32-33, menciona brevemente a David como un hombre de fe a quien debemos imitar. Sin embargo, el aspecto más importante de la fe no es su tamaño sino su objetivo.

Debemos fijarnos en Jesús, el Ungido de Dios, el Hijo de David, quien ya ganó la victoria a favor nuestro.

"En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo."
Juan 16:33b

"Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe."
1 Juan 5:4

ORACIÓN:
Padre Celestial quiero darte gracias, Señor Todopoderoso por la vida que me has dado, porque durante cada segundo de mi vida has estado conmigo protegiéndome y preparándome, para poder vencer mis batallas cuando tenga que luchar contra mis adversidades y problemas.

Tú quieres Señor que yo me desarrolle en mi fe, logrando la victoria sobre toda situación de mi vida.  Señor tu deseas que me arme con tus armas para no caer derrotado.  Señor, tu entregas en mis manos todo problema por el que estoy pasando, venciendo toda adversidad que contra mí se haya levantado, para que quienes te conozcan sepan que hay un Dios que vence y salva, porque tuya es la batalla.

Hoy Señor sé, que una vez que ese ejército que se está levantando contra mí, vea a su paladín muerto, porque tú me lo has entregado, huirá de mi vida y podré ser completamente libre, por la victoria que tú me has dado, en el nombre de Cristo Jesús, AMÉN.

1 comentario:

  1. bendiciones!!!el señor me hablo justamente de esto en mis sueños!!!gloria a nuestro señor!!!

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