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jueves, 24 de febrero de 2011

Un tesoro en vasos de barro – Parte 2

Hemos estado estudiando el capítulo 4 de la Segunda Carta a los Corintios, donde el apóstol Pablo nos indica que nosotros somos "vasos de barro" con "un tesoro dentro", nuestro Señor Jesucristo.  Gálatas 2:20 nos dice: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí."

Nos dice el apóstol Pablo que Dios ha tratado con nuestra vieja naturaleza, es decir nuestro barro, en la cruz; por lo que al morir Cristo, nosotros morimos con Él, y así hemos sido librados del dominio del pecado, sin embargo, él va más allá, pues nos dice que la vida de Cristo dentro de nosotros también nos da poder, no solamente sobre el pecado, sino sobre nuestras debilidades: "Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio." (2 Timoteo 1:7).  Entonces, cuanto mayor sea nuestra muerte, más será la vida de Cristo en nosotros.

Nuestra prioridad debe ser vivir unidos a Cristo en su muerte y llevar esa muerte siempre con nosotros, así la vida de Cristo también estará siempre con nosotros.

Entregados a muerte

"Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal."
2ª Corintios 4:11

En este versículo, Pablo abunda más en el mismo pensamiento en que nos ha traído, pero esta vez usa una palabra en la que nos vamos a centrar: "entregados".

En círculos cristianos, se usa bastante al hablar de una persona "entregada" al Señor, de un creyente también entregado a la obra, o a la iglesia.  El Diccionario de la Real Academia Española define entregarse como "ponerse en manos de alguien, sometiéndose a su dirección o arbitrio."

Esta es la entrega que el apóstol nos habla, una entrega más profunda.  El nos habla de entrega a la muerte, nos habla de esa unión con Cristo en su muerte, para que la vida celestial del Hijo de Dios se manifieste en nuestra carne mortal.  Esta es la meta más alta a la que podemos apuntar cualquiera de nosotros como creyentes, y es también la más difícil.

Nos ponemos en las manos de Cristo y nos sometemos a su dirección y Él hará cosas grandes y maravillosas que jamás hemos imaginado, Dios actuará y hará "Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman."  (1ª Corintios 2-9)

¿Se puede comparar mi vida con la de Cristo?  ¿La olla de barro con el tesoro?

Dios dio a su Hijo Unigénito para salvarnos, somos importantes y valiosos para Él, nos salvó a un precio muy alto y nos ha honrado depositando en nosotros la vida de su Hijo, así lo dice la Palabra de Dios en Juan 3:16: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna".  Pero Dios pide de nosotros que esa nueva vida se desarrolle, en esto hay esperanza, en nosotros mismos no la hay.

Sólo la vida del Hijo de Dios manifestada en nuestra carne mortal, proveerá los recursos para vivir más allá de nuestras limitaciones e impactará a los que nos vean y convivan con nosotros, y lo hará en lo más profundo de su ser.

"De manera que la muerte actúa en nosotros, y en vosotros la vida."
2ª Corintios 4:12

Mencionamos en la primera parte de estudio que hace unos años, algunas personas guardaban su dinero y joyas en ollas de barro cocido, que eran selladas y enterradas, con el fin de asegurarse no perderlo.  ¡Qué seguros y confiados nos sentiríamos si encontráramos una de estas ollas con un tesoro dentro!  Nos sentiríamos apoyados en cualquier necesidad, emprenderíamos compras y viajes más allá de lo habitual y normal, tendríamos acceso a cosas que no habíamos soñado antes, podríamos ayudar a otras personas con esas riquezas, pero esto no sería posible hasta que no rompiéramos el barro que lo encierra.

Esto es lo que sucede en nuestras vidas precisamente, cuando decidimos romper la olla de barro que somos, Jesús se manifiesta en nosotros y en nuestras vidas, y es por esta manifestación de Jesús, que nos son proporcionados los recursos para alcanzar imposibles.  La vida de Jesús nos sostiene cuando nuestras fuerzas se han acabado, nos consuela en esos momentos duros y difíciles por los que atravesamos y nos da esperanza en nuestras luchas.

No existe otra manera de que experimentemos los recursos del tesoro que llevamos dentro ni de que esos recursos sean bendición para otros.  ¡Tenemos que consentir en romper el vaso de barro!  "La vida actúa en otros" si "en nosotros actúa la muerte" de Cristo.

Un tesoro que nunca se acaba
Los tres últimos versículos de este capítulo nos hablan de la verdadera riqueza que adquirimos en el ejercicio de estar unidos a Cristo en su muerte y dando libertad a su vida.  ¡Esto nunca nos empobrece!  Cuanto más nos rompemos y el tesoro enriquece a otros, más nos enriquecemos nosotros también.

"Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día."
2ª Corintios 4:16

Para todos es inevitable que "el hombre exterior" se desgaste, pero ¿y el interior?  ¿Notamos crecimiento, madurez?  ¿Vemos que se ha renovado?  ¿Y si se renueva, lo hace de día en día?

La vida del Señor es siempre joven y fresca ¡no envejece! Su amor, su ternura, su paciencia, todo es como el primer día.  Es esta clase de vida la que disfrutamos a cambio de llevar su muerte en nuestros cuerpos.

"Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria."
2ª Corintios 4:17

Cualquier tribulación por la que tengamos que pasar siempre será "leve y momentánea", en comparación con "el cada vez más excelente y eterno peso de gloria" que experimentaremos al estar "siempre entregados a muerte".  ¡El tesoro será más grande cada vez!

Al estar Cristo más formado en nosotros, Dios nos guiará día a día a lo que Él mismo ha preparado de antemano para nosotros, y Su presencia nos consolará.  Sentiremos que estamos en su voluntad y tendremos una paz que nos llena en los momentos más difíciles.

"No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas."
2ª Corintios 4:18

A todos nosotros nos gusta ver y tocar, pero las cosas de Dios no son así, son para la fe en Su Palabra.

Cuando nos miramos, lo que vemos es el barro con que estamos hechos, pero ¿y el tesoro?  ¿Lo vemos?  ¿Vemos su valor?  Tenemos que aprender a "mirar lo que no se ve".

¿Cómo mirar las cosas que no se ven?

Por medio de la oración, cuando pasamos tiempo con el Señor a solas, a ser posible cada día.

Él trabajará con nosotros y sin darnos cuenta, en nuestras oraciones y de un momento a otro, ya no venimos delante de Él con muchas peticiones, sino a que nos muestre lo que somos y dónde estamos ¡Aunque esto nos asuste a veces!

No dudemos en contarle como nos vemos y nos sentimos.  Él nos conoce y nos comprende. Así es como Él nos hará ver cosas invisibles para el barro, pero que se hacen visibles en su compañía para nuestro espíritu. Después de media hora a solas con Nuestro Señor muchas cosas habrán cambiado.  Cuantas pequeñas o grandes tempestades en el mar de nuestra vida han sido calmadas.  Ahí, en su presencia, surgen peticiones de otra manera, con otra paz, sin atropellarnos.  La vida es complicada y fácilmente nos olvidamos hoy de lo que aprendimos ayer, necesitamos el sosiego que podemos adquirir en su presencia.

No podemos pretender venir a nuestra comunión con Dios para comprar su favor o su gracia, ya Cristo pagó por esto en la cruz.  En nuestra comunión aprendemos que todo viene de Él y que está gustoso de dárnoslo.  Nuestra fe sale fortalecida y enriquecida al cultivar esa relación con el Padre, por medio de la oración, siendo esta un diálogo con Dios.

Dios es un Dios vivo y quiere relacionarse con nosotros en un diálogo, no en un monólogo como hacemos muchas veces.

En este diálogo con Dios, debemos aprender a guardar silencio, es en estos momentos que Él nos dará una respuesta o dirección, algo en lo que no hemos pensado y que el Señor nos puede indicar.  Igualmente tenemos que aprender a preguntarle al Señor que nos muestre algo para orar o hacer, en lo que nosotros no habíamos considerado, algo que quiere decirnos o enseñarnos.

Estamos en la escuela, aún estamos aprendiendo a orar, a morir para vivir y muchas otras cosas.  La vida cristiana es la aventura más fascinante que se puede vivir sobre esta tierra.  Cuando dejamos a Cristo vivir en nosotros: ¡Lo mejor está por venir!

ORACIÓN:
Señor Jesús, gracias te doy porque me has mostrado que tengo un tesoro dentro de mí, el mejor tesoro, tu vida.

Hoy Señor me deposito en tus manos y me someto a tu dirección, permitiéndote Señor que hagas las grandes y maravillosas cosas que tienes para mí según tus promesas.  No quiero ser más un obstáculo para tu accionar en mi vida, lo que quiero es romper este barro que no permite que tu vida se manifieste en mi carne.

Señor lléname de tu amor, de tu ternura y de tu paciencia, que yo sea reflejo de ti.  Actúa en mí por medio de tu muerte y que así pueda llevar vida a otros, por medio de tu mensaje de esperanza, ternura, fidelidad y vida eterna.  Fórmate más y más en mí, guíame todos los días de mi vida, que tu vida crezca en mí y mi vida muera cada día, te lo pido en el nombre de tu Hijo Amado, AMÉN.

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