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miércoles, 23 de noviembre de 2011

El propósito de nuestras vidas – Parte 2

En el mensaje anterior de esta serie, mencionamos 3 puntos importantes para conocer nuestro propósito de vivir:

Todo comienza con Dios
Aquí mencionamos 3 aspectos importantes:

v  Solamente en Dios descubrimos nuestro origen, significado, propósito, importancia y destino.
v  Dios no solo le ha dado comienzo a nuestra vida, Él es la fuente de nuestra vida.
v  La vida es en realidad acerca de vivir para Dios y no para nosotros mismos.

No somos un accidente
Igual que en el punto anterior existen 3 aspectos que debemos entender claramente:

v  Dios no se sorprendió con nuestro nacimiento, Dios nos esperaba.
v  El propósito de Dios en nuestra creación tomó en cuenta el error humano e inclusive el pecado.
v  Fuimos creados como objeto especial del amor de Dios y para ser amados por Él. 

¿Qué conduce nuestra vida?
Mencionamos que en este mundo somos conducidos por muchas cosas y destacamos 5 puntos, los más comunes, que conducen nuestra vida de una forma errónea:

v  Muchas personas son conducidas por la culpa
v  Muchas personas son conducidas por el resentimiento y el enojo
v  Muchas personas son conducidas por el temor
v  Muchas personas son conducidas por el materialismo
v  Muchas personas son conducidas por la necesidad de ser aprobadas

La verdadera seguridad solamente se puede encontrar en aquello que nunca se nos puede quitar, nuestra relación con Dios.

Por último, dejamos claro que vivir sin propósito es trivial, insignificante y vacío, por lo que no hay nada más importante que conocer los propósitos de Dios y cómo ellos nos ayudarán para nuestra vida.

v  Conocer nuestro propósito da significado a nuestra vida
v  Conocer nuestro propósito simplifica nuestra vida
v  Conocer nuestro propósito enfoca nuestra vida
v  Conocer nuestro propósito le da motivación a nuestra vida
v  Conocer nuestro propósito nos prepara para la eternidad

Hoy continuaremos con la segunda parte de este tema que nos ayudará a entender el propósito de nuestras vidas.

1.   Fuimos hechos para existir para siempre
"Puso además en la mente humana la idea de lo infinito." 
Eclesiastés 3:11b – DHH

Al igual que nuestros nueve meses en el útero de nuestra madre fueron una preparación para esta vida, nuestra vida actual no es más que una preparación para la próxima.  Cuando mucho viviremos unos 100 años en la tierra, pero estaremos por siempre en la eternidad: "Pues en este mundo no tenemos una ciudad que permanezca para siempre, sino que vamos en busca de la ciudad futura."  (Hebreos 13:14 – DHH)

Nuestro cuerpo terrenal es solamente una residencia temporal para nuestro espíritu.  La Biblia nos dice que nuestro cuerpo es una "tienda de campaña", pero que nuestro futuro cuerpo, en la eternidad, es una "casa": "De hecho, sabemos que si esta tienda de campaña en que vivimos se deshace, tenemos de Dios un edificio, una casa eterna en el cielo, no construida por manos humanas."  (2ª Corintios 5:1 – NVI).

Dios nos diseñó para vivir por la eternidad, pero tanto tenemos al mundo en nuestro corazón, tan presos estamos con pensamientos y preocupaciones de cosas mundanas, que no tenemos tiempo ni espíritu para ver la mano de Dios en ellas.  El mundo no sólo ha logrado la posesión de nuestro corazón, sino que ha formado pensamientos contra la belleza de las obras de Dios: "aunque sabemos que mientras vivamos en este cuerpo estaremos alejados del Señor."  (2ª Corintios 5:6b – NVI)

Escogiendo nuestra eternidad

Es verdad que en esta vida tenemos oportunidad de realizar muchas escogencias, sin embargo la eternidad sólo nos ofrece dos posibles selecciones: el cielo o el infierno.  Nuestra relación con Dios en la tierra va a determinar nuestra relación con Él en la eternidad.  Si aprendemos a amar y confiar en Jesús, el Hijo de Dios, seremos invitados a pasar la eternidad con Él, pero si rechazamos el amor, perdón y salvación de Jesús, pasaremos separados de Dios para siempre.

Desgraciadamente muchos tendrán que soportar una eternidad sin Dios, porque han escogido vivir sin Él aquí en la Tierra.

La muerte no es nuestra terminación, sino que es una transición a la eternidad y por lo tanto existen consecuencias eternas en todo lo que hacemos aquí en la tierra, cada acto de nuestra vida toca una cuerda que vibrará en la eternidad, es decir, nuestras acciones de esta vida son el destino de la próxima. 

Cuando comprendemos plenamente que la vida es más que sólo el aquí y ahora, y nos demos cuenta que esta vida es solamente una preparación para la eternidad, entonces empezaremos a vivir de una manera diferente; de pronto muchas actividades, metas y problemas que parecían ser tan importantes se volverán más triviales, insignificantes y hasta indignos de nuestra atención.  Nuestros valores cambiarán, usaremos nuestro tiempo y nuestro dinero con más sabiduría, le daremos mayor prioridad a nuestras relaciones y a nuestro carácter que a la fama o las riquezas, que a los logros o la diversión.

Cuanto más cerca vivamos de Dios, más pequeño nos parecerá todo.

¿Cómo será estar en la eternidad con Dios?

Nuestra capacidad mental e intelectual no es capaz de asimilar la maravilla y la grandeza del cielo: "Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente humana ha concebido lo que Dios ha preparado para quienes lo aman."  (1ª Corintios 2:9 – NVI).  Sin embargo, sabemos que Dios ha preparado un lugar eterno para nosotros donde estaremos libres de todo dolor y sufrimiento, y donde seremos recompensados por nuestra fidelidad a Dios: "Entonces dirá el Rey a los que estén a su derecha: Vengan ustedes, a quienes mi Padre ha bendecido; reciban su herencia, el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo."  (Mateo 25:34 – NVI)

Cada día es un día importante y cada segundo es una oportunidad de crecimiento para demostrar nuestro amor y dependencia de Dios.

2.   Viendo la vida desde la perspectiva de Dios
"El que es fiel en lo muy poco, es fiel también en lo mucho." 
Lucas 16:10a – LBLA

La forma en que vemos la vida, nos moldea, influyendo en cómo invertimos nuestro tiempo, gastamos nuestro dinero, usamos nuestros talentos y valoramos nuestras relaciones.

Qué imagen vendría a nuestras mentes si nos preguntarán ¿cómo nos imaginamos la vida?  Pues bien esa imagen es la perspectiva de nuestra vida.  Sin embargo, ¿nos hemos puesto a pensar que podríamos tener la perspectiva errada de la vida?

Dios quiere que llevemos a cabo los propósitos para los cuáles Él nos hizo, y para eso debemos retar nuestra sabiduría humana, común y corriente, y remplazarla con la perspectiva bíblica de la vida: "No vivan ya según los criterios del tiempo presente; al contrario, cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir y lleguen a conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto." (Romanos 12:2 – DHH)

¿Qué nos dice la Biblia sobre la perspectiva de Dios de nuestra vida?

a.    La vida en la tierra es una prueba
Dios continuamente prueba nuestro carácter, fe, obediencia, amor, integridad y lealtad.  Palabras como tribulaciones,  tentaciones, y pruebas aparecen más de 200 veces en la Biblia.  Por ejemplo: Dios probó a Abraham cuando le pidió que ofreciera en sacrificio a su hijo Isaac, y probó a Jacob cuando tuvo que trabajar años extra para ganarse a Raquel como su esposa.

Es mediante las pruebas que nuestro carácter se desarrolla y revela, es por eso que seremos probados por cambios drásticos en nuestra vida, por promesas incumplidas, por oraciones no contestadas como queríamos, por críticas inmerecidas, por problemas imposibles e incluso por tragedias sin sentido.  Algunas veces Dios se aleja intencionalmente de nosotros para probar cómo actuamos cuando no podemos sentir Su presencia en nuestras vidas.  La Biblia nos dice que un rey llamado Ezequías experimentó esta prueba: "Dios dejó solo a Ezequías, para probarlo y conocer a fondo su manera de pensar."  (2ª Crónicas 32:31b – DHH)

Cuando entendemos que nuestra vida es una prueba, entonces nos damos cuenta que nada es insignificante en nuestra vida y que hasta el menor incidente tiene importancia para el desarrollo de nuestro carácter.  Pero lo mejor de todo es que Dios quiere que superemos las pruebas de la vida y es por esto que Él nunca permite que las pruebas que enfrentamos sean mayores que la gracia que Él nos da para manejarlas: "Ustedes no han pasado por ninguna prueba que no sea humanamente soportable.  Y pueden ustedes confiar en Dios, que no los dejará sufrir pruebas más duras de lo que pueden soportar.  Por el contrario, cuando llegue la prueba, Dios les dará también la manera de salir de ella, para que puedan soportarla."  (1ª Corintios 10:13 – DHH)

Cada vez que superamos una prueba, Dios lo nota y hace planes para recompensarnos en la eternidad: "Bienaventurado el hombre que persevera bajo la prueba, porque una vez que ha sido aprobado, recibirá la corona de la vida que el Señor ha prometido a los que le aman."  (Santiago 1:12 – LBLA)

b.    La vida en la tierra es un encargo
Nuestro tiempo en la tierra, nuestra energía, nuestra inteligencia, nuestras oportunidades, relaciones y recursos, son todos dones de Dios que nos ha confiado para que cuidemos y administremos.  En realidad no somos dueños de nada: "De Jehová es la tierra y su plenitud; El mundo, y los que en él habitan."  (Salmo 24:1 – RVA), todo lo que tenemos le pertenece a Dios: "¿Y qué tienes que Dios no te haya dado?"  (1 Corintios 4:7b – DHH)

Vamos a tomar como ejemplo el dinero.  La Biblia dice que hay una relación directa entre cómo usamos el dinero y la calidad de nuestra vida espiritual: "Por eso, si ustedes no han sido honrados en el uso de las riquezas mundanas, ¿quién les confiará las verdaderas?"  (Lucas 16:11 – NVI).  Como manejamos nuestro dinero entonces, determina cuánto Dios puede confiarnos las bendiciones espirituales.

En Mateo 25:14-29, la parábola de "los talentos", Dios nos dice que al final de nuestra vida en la tierra seremos evaluados y recompensados de acuerdo a qué tan bien hemos manejado lo que Él nos encargó, por lo que si cumplimos bien con nuestros encargos Dios nos promete tres recompensas:

Ø  Nos dará su afirmación: Dios dirá ¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel!
Ø  Seremos promovidos y nos dará Dios mayor responsabilidad en la eternidad: Él dirá ¡Te pondré a cargo de mucho más!
Ø  Seremos honrados con una celebración: Dios dirá ¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!

"Su señor le respondió: '¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel!   En lo poco has sido fiel; te pondré a cargo de mucho más.  ¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!'"
Mateo 25:21 – NVI

Todas nuestras acciones, aún las más simples, tienen repercusiones eternas.

c.    La vida en la tierra es temporal
Para hacer mejor uso de nuestra vida, debemos entender que esta vida es breve y temporal, por lo que no debemos apegarnos mucho a ella: "Porque nosotros somos de ayer y nada sabemos, pues nuestros días sobre la tierra son como una sombra.(Job 8:9 – LBLA). 

Muchos no entienden este concepto y han concluido erróneamente que porque viven en la Tierra, esta es su hogar, pero no lo es.  La Biblia claramente dice: "Queridos hermanos, les ruego, como a extranjeros de paso por este mundo, que no den lugar a los deseos humanos que luchan contra el alma."  (1ª Pedro 2:11 – DHH).  Adicionalmente Dios nos advierte que no nos apeguemos demasiado a lo que está a nuestro alrededor porque todo eso es temporal: "y los que están usando de este mundo deben vivir como si no estuvieran sacando provecho de él, porque este mundo que vemos ha de terminar."  (1ª Corintios 7:31 – DHH)

Una vez hayamos entendido que estamos de paso por esta tierra dejaremos de preocuparnos por "tenerlo todo" y de adoptar los valores, las prioridades y los estilos de vida del mundo a nuestro alrededor, viviendo en un adulterio espiritual: "¡Oh almas adúlteras!  ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios?  Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios."  (Santiago 4:4 – RVA)

Si no logramos comprender esta brevedad y temporalidad, debemos pedirle a Dios que nos ayude a ver nuestra vida como Él la ve.  David oró: "Señor, hazme saber qué fin tendré y cuánto tiempo voy a vivir, para que comprenda cuán breve es mi vida."  (Salmo 39:4 – DHH). 

Con la disponibilidad actual de atracciones fascinantes y experiencias agradables, es fácil olvidarse que la vida no es acerca de la búsqueda de la felicidad.  Nunca nos sentiremos totalmente satisfechos porque hemos sido creados para algo más; aquí tendremos momentos felices, es cierto, pero nada comparado con lo que Dios tiene planeado para nosotros en la eternidad. 

Si recordamos que la vida es una prueba, un encargo y una función temporal, la atracción por las cosas de este mundo pierde su poder en nuestras vidas y nos enfocaremos más en las cosas espirituales: "no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas."  (2ª Corintios 4:18 – RVA)

Los valores eternos, no los temporales, deben ser los factores determinantes de nuestras decisiones.

Con lo anterior hemos quedado claros que la meta de Dios para nuestra vida no es la prosperidad material o el éxito popular, de acuerdo a como el mundo lo define.  La Biblia nos dice lo siguiente acerca de los que están en "el salón de la fama de Dios": "Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra.  Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver.  Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad."  (Hebreos 11:13-16 – RVA)

Cuando la vida se nos ponga difícil, cuando seamos abrumados por la duda o cuando nos preguntemos si vivir para Cristo amerita el esfuerzo, debemos recordar que todavía no hemos llegado a nuestra casa, tenemos que esperar a llegar al cielo para completar el resto de los capítulos de nuestra historia.

ORACIÓN

Padre, ante tu presencia vengo, agradecido porque he entendido que me has creado por y para tus propósitos, y que tienes para mí una vida eterna.  Señor es mi anhelo y deseo vivir mi vida contigo aquí en la Tierra, siguiendo tu precioso plan en mí; por lo que hoy decido aceptar el regalo de la salvación que tú me das.

Señor Jesús, te necesito y por esto te abro las puertas de mi ser y te recibo como mi Señor, único y suficiente Salvador de mi vida.  Me arrepiento de todos mis pecados, sé que te he ofendido de pensamiento, palabra y obra; lávame y límpiame con tu preciosa sangre, haciendo de mí la persona que Tú quieres que sea.  Escribe Señor, mi nombre en el Libro de la Vida y séllame con tu Espíritu Santo, Amén.



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