En el mensaje anterior de esta serie,
mencionamos 3 puntos importantes para conocer nuestro propósito de vivir:
Todo comienza con Dios
Aquí mencionamos 3 aspectos
importantes:
v Solamente en Dios descubrimos nuestro origen,
significado, propósito, importancia y destino.
v Dios no solo le ha dado comienzo a nuestra vida, Él es la fuente de
nuestra vida.
v
La vida es en realidad acerca de vivir para
Dios y no para nosotros mismos.
No somos un accidente
Igual que en el punto anterior
existen 3 aspectos que debemos entender claramente:
v Dios no se sorprendió con nuestro nacimiento,
Dios nos esperaba.
v El propósito de Dios en nuestra creación tomó
en cuenta el error humano e inclusive el pecado.
v Fuimos creados como objeto especial del amor
de Dios y para ser amados por Él.
¿Qué conduce nuestra vida?
Mencionamos que en este mundo somos
conducidos por muchas cosas y destacamos 5 puntos, los más comunes, que
conducen nuestra vida de una forma errónea:
v Muchas personas son conducidas por la
culpa
v Muchas personas son conducidas por el
resentimiento y el enojo
v Muchas personas son conducidas por el
temor
v Muchas personas son conducidas por el
materialismo
v
Muchas
personas son conducidas por la necesidad de ser aprobadas
La verdadera seguridad solamente se puede encontrar en aquello que nunca
se nos puede quitar, nuestra relación con Dios.
Por último, dejamos
claro que vivir sin propósito es trivial, insignificante y vacío, por lo que no
hay nada más importante que conocer los propósitos de Dios y cómo ellos nos
ayudarán para nuestra vida.
v Conocer nuestro propósito da
significado a nuestra vida
v Conocer nuestro propósito simplifica
nuestra vida
v Conocer nuestro propósito enfoca
nuestra vida
v Conocer nuestro propósito le da
motivación a nuestra vida
v
Conocer
nuestro propósito nos prepara para la eternidad
Hoy continuaremos con la segunda
parte de este tema que nos ayudará a entender el propósito de nuestras vidas.
1.
Fuimos hechos para existir para siempre
"Puso además en la mente humana la idea de lo infinito."
Eclesiastés 3:11b – DHH
Al igual que nuestros nueve meses en
el útero de nuestra madre fueron una preparación para esta vida, nuestra vida
actual no es más que una preparación para la próxima. Cuando mucho viviremos unos 100 años en la
tierra, pero estaremos por siempre en la eternidad: "Pues en
este mundo no tenemos una ciudad que permanezca para siempre, sino que vamos en
busca de la ciudad futura." (Hebreos 13:14 – DHH).
Nuestro cuerpo terrenal es solamente una residencia
temporal para nuestro espíritu. La
Biblia nos dice que nuestro cuerpo es una "tienda de campaña", pero
que nuestro futuro cuerpo, en la eternidad, es una "casa": "De hecho, sabemos que si esta tienda de campaña en que vivimos se
deshace, tenemos de Dios un edificio, una casa eterna en el cielo, no
construida por manos humanas." (2ª Corintios 5:1 – NVI).
Dios nos diseñó para vivir por la
eternidad, pero tanto tenemos al mundo en nuestro corazón, tan presos estamos
con pensamientos y preocupaciones de cosas mundanas, que no tenemos tiempo ni
espíritu para ver la mano de Dios en ellas. El mundo no sólo ha logrado la posesión de
nuestro corazón, sino que ha formado pensamientos contra la belleza de las
obras de Dios: "aunque sabemos que
mientras vivamos en este cuerpo estaremos alejados del Señor." (2ª Corintios 5:6b – NVI)
Escogiendo nuestra eternidad
Es verdad que en esta vida tenemos
oportunidad de realizar muchas escogencias, sin embargo la eternidad sólo nos
ofrece dos posibles selecciones: el
cielo o el infierno. Nuestra relación con Dios en la tierra va a
determinar nuestra relación con Él en la eternidad. Si aprendemos a amar y confiar en Jesús, el
Hijo de Dios, seremos invitados a pasar la eternidad con Él, pero si rechazamos
el amor, perdón y salvación de Jesús, pasaremos separados de Dios para siempre.
Desgraciadamente muchos tendrán que soportar una eternidad sin Dios,
porque han escogido vivir sin Él aquí en la Tierra.
La muerte no es nuestra terminación,
sino que es una transición a la eternidad y por lo tanto existen consecuencias
eternas en todo lo que hacemos aquí en la tierra, cada acto de nuestra vida
toca una cuerda que vibrará en la eternidad, es decir, nuestras acciones de
esta vida son el destino de la próxima.
Cuando comprendemos plenamente que la
vida es más que sólo el aquí y ahora, y nos demos cuenta que esta vida es
solamente una preparación para la eternidad, entonces empezaremos a vivir de
una manera diferente; de pronto muchas actividades, metas y problemas que
parecían ser tan importantes se volverán más triviales, insignificantes y hasta
indignos de nuestra atención. Nuestros
valores cambiarán, usaremos nuestro tiempo y nuestro dinero con más sabiduría,
le daremos mayor prioridad a nuestras relaciones y a nuestro carácter que a la
fama o las riquezas, que a los logros o la diversión.
Cuanto más cerca vivamos de Dios, más pequeño nos parecerá todo.
¿Cómo será estar en la
eternidad con Dios?
Nuestra capacidad mental e intelectual
no es capaz de asimilar la maravilla y la grandeza
del cielo: "Ningún ojo ha
visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente humana ha concebido lo que Dios
ha preparado para quienes lo aman." (1ª Corintios
2:9 – NVI). Sin embargo, sabemos que
Dios ha preparado un lugar eterno para nosotros donde estaremos libres de todo
dolor y sufrimiento, y donde seremos recompensados por nuestra fidelidad a Dios:
"Entonces dirá el Rey a los que estén a su derecha:
Vengan ustedes, a quienes mi Padre ha bendecido; reciban su herencia, el reino preparado para ustedes desde la creación del
mundo." (Mateo 25:34 – NVI)
Cada día es un día importante y cada segundo es una oportunidad de
crecimiento para demostrar nuestro amor y dependencia de Dios.
2.
Viendo la vida desde la perspectiva
de Dios
"El que es fiel en lo muy poco,
es fiel también en lo mucho."
Lucas 16:10a – LBLA
La forma en que vemos la vida, nos moldea,
influyendo en cómo invertimos nuestro tiempo, gastamos nuestro dinero, usamos
nuestros talentos y valoramos nuestras relaciones.
Qué imagen vendría a nuestras mentes
si nos preguntarán ¿cómo nos imaginamos la vida? Pues bien esa imagen es la perspectiva de nuestra
vida. Sin embargo, ¿nos hemos puesto a pensar que podríamos tener la perspectiva errada de
la vida?
Dios
quiere que llevemos a cabo los propósitos para los cuáles Él nos hizo, y para
eso debemos retar nuestra sabiduría humana, común y corriente, y remplazarla
con la perspectiva bíblica de la vida: "No vivan ya según los criterios del tiempo presente; al contrario,
cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir y lleguen a
conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le es grato, lo
que es perfecto." (Romanos 12:2 – DHH)
¿Qué nos dice la Biblia
sobre la perspectiva de Dios de nuestra vida?
a.
La vida
en la tierra es una prueba
Dios
continuamente prueba nuestro carácter, fe, obediencia, amor, integridad y lealtad. Palabras como tribulaciones, tentaciones, y pruebas aparecen más de 200
veces en la Biblia. Por ejemplo: Dios
probó a Abraham cuando le pidió que ofreciera en sacrificio a su hijo Isaac, y
probó a Jacob cuando tuvo que trabajar años extra para ganarse a Raquel como su
esposa.
Es mediante
las pruebas que nuestro carácter se desarrolla y revela, es por eso que seremos
probados por cambios drásticos en nuestra vida, por promesas incumplidas, por
oraciones no contestadas como queríamos, por críticas inmerecidas, por
problemas imposibles e incluso por tragedias sin sentido. Algunas veces Dios se aleja intencionalmente
de nosotros para probar cómo actuamos cuando no podemos sentir Su presencia en
nuestras vidas. La Biblia nos dice que
un rey llamado Ezequías experimentó esta prueba:
"Dios dejó
solo a Ezequías, para probarlo y conocer a fondo su manera de pensar." (2ª Crónicas 32:31b – DHH)
Cuando
entendemos que nuestra vida es una prueba, entonces nos damos cuenta que nada
es insignificante en nuestra vida y que hasta el menor incidente tiene
importancia para el desarrollo de nuestro carácter. Pero lo mejor de todo es que Dios quiere que
superemos las pruebas de la vida y es por esto que Él nunca permite que las
pruebas que enfrentamos sean mayores que la gracia que Él nos da para
manejarlas: "Ustedes no han
pasado por ninguna prueba que no sea humanamente soportable. Y pueden ustedes confiar en Dios, que no los dejará
sufrir pruebas más duras de lo que pueden soportar. Por el contrario, cuando llegue la prueba,
Dios les dará también la manera de salir de ella, para que puedan soportarla." (1ª Corintios 10:13 – DHH)
Cada vez que
superamos una prueba, Dios lo nota y hace planes para recompensarnos en la
eternidad: "Bienaventurado el hombre que
persevera bajo la prueba, porque una vez que ha sido aprobado, recibirá la
corona de la vida que el Señor ha prometido a los que le aman." (Santiago 1:12 – LBLA)
b.
La vida
en la tierra es un encargo
Nuestro
tiempo en la tierra, nuestra energía, nuestra inteligencia, nuestras oportunidades,
relaciones y recursos, son todos dones de Dios que nos ha confiado para que
cuidemos y administremos. En realidad no
somos dueños de nada: "De Jehová es la tierra y su plenitud; El mundo, y los que en él
habitan." (Salmo 24:1 – RVA), todo lo que
tenemos le pertenece a Dios: "¿Y qué tienes que Dios no te haya dado?" (1 Corintios 4:7b – DHH)
Vamos a
tomar como ejemplo el dinero. La Biblia
dice que hay una relación directa entre cómo usamos el dinero y la calidad de
nuestra vida espiritual: "Por eso, si ustedes no han sido
honrados en el uso de las riquezas mundanas, ¿quién les confiará las
verdaderas?" (Lucas 16:11 – NVI). Como manejamos nuestro dinero entonces,
determina cuánto Dios puede confiarnos las bendiciones espirituales.
En Mateo 25:14-29, la parábola de "los talentos", Dios nos
dice que al final de nuestra vida en la tierra seremos evaluados y
recompensados de acuerdo a qué tan bien hemos manejado lo que Él nos encargó, por
lo que si cumplimos bien con nuestros encargos Dios nos promete tres
recompensas:
Ø Nos dará su afirmación: Dios dirá ¡Hiciste bien, siervo
bueno y fiel!
Ø Seremos promovidos y nos dará Dios mayor responsabilidad en la
eternidad: Él dirá ¡Te pondré a cargo de
mucho más!
Ø Seremos honrados con una celebración: Dios dirá ¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!
"Su señor le respondió: '¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel! En lo
poco has sido fiel; te pondré a cargo de mucho más. ¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!'"
Mateo
25:21 – NVI
Todas nuestras acciones, aún las
más simples, tienen repercusiones eternas.
c.
La vida
en la tierra es temporal
Para hacer
mejor uso de nuestra vida, debemos entender que esta vida es breve y temporal,
por lo que no debemos apegarnos mucho a ella: "Porque nosotros
somos de ayer y nada sabemos, pues nuestros días sobre la tierra son como una
sombra." (Job 8:9 –
LBLA).
Muchos no
entienden este concepto y han concluido erróneamente que porque viven en la
Tierra, esta es su hogar, pero no lo es.
La Biblia claramente dice: "Queridos hermanos, les ruego, como a extranjeros de paso por este
mundo, que no den lugar a los deseos humanos que luchan contra el alma." (1ª Pedro 2:11 – DHH). Adicionalmente Dios nos advierte que no nos
apeguemos demasiado a lo que está a nuestro alrededor porque todo eso es
temporal: "y los que están usando de este mundo deben vivir como si no estuvieran
sacando provecho de él, porque este mundo que vemos ha de terminar." (1ª Corintios 7:31 – DHH)
Una vez
hayamos entendido que estamos de paso por esta tierra dejaremos de preocuparnos
por "tenerlo todo" y de
adoptar los valores, las prioridades y los estilos de vida del mundo a nuestro
alrededor, viviendo en un adulterio espiritual: "¡Oh almas
adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del
mundo es enemistad contra Dios?
Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de
Dios." (Santiago 4:4 –
RVA)
Si no logramos
comprender esta brevedad y temporalidad, debemos pedirle a Dios que nos ayude a
ver nuestra vida como Él la ve. David
oró: "Señor, hazme saber qué fin tendré y
cuánto tiempo voy a vivir, para que comprenda cuán breve es mi vida." (Salmo 39:4 – DHH).
Con la
disponibilidad actual de atracciones fascinantes y experiencias agradables, es
fácil olvidarse que la vida no es acerca de la búsqueda de la felicidad. Nunca nos sentiremos totalmente satisfechos
porque hemos sido creados para algo más; aquí tendremos momentos felices, es
cierto, pero nada comparado con lo que Dios tiene planeado para nosotros en la
eternidad.
Si
recordamos que la vida es una prueba, un encargo y una función temporal, la
atracción por las cosas de este mundo pierde su poder en nuestras vidas y nos
enfocaremos más en las cosas espirituales: "no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues
las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas." (2ª Corintios 4:18 – RVA)
Los valores eternos, no los
temporales, deben ser los factores determinantes de nuestras decisiones.
Con lo
anterior hemos quedado claros que la meta de Dios para nuestra vida no es la
prosperidad material o el éxito popular, de acuerdo a como el mundo lo define. La Biblia nos dice lo siguiente acerca de los
que están en "el salón de la fama de Dios": "Conforme a la fe murieron todos éstos sin
haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y
saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Porque los que esto dicen, claramente dan a
entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de
donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial;
por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha
preparado una ciudad." (Hebreos
11:13-16 – RVA)
Cuando la vida se nos ponga
difícil, cuando seamos abrumados por la duda o cuando nos preguntemos si vivir
para Cristo amerita el esfuerzo, debemos recordar que todavía no hemos llegado
a nuestra casa, tenemos que esperar a llegar al cielo para completar el resto
de los capítulos de nuestra historia.
ORACIÓN
Padre, ante tu presencia vengo,
agradecido porque he entendido que me has creado por y para tus propósitos, y
que tienes para mí una vida eterna.
Señor es mi anhelo y deseo vivir mi vida contigo aquí en la Tierra,
siguiendo tu precioso plan en mí; por lo que hoy decido aceptar el regalo de la
salvación que tú me das.
Señor Jesús, te necesito y por esto te
abro las puertas de mi ser y te recibo como mi Señor, único y suficiente Salvador
de mi vida. Me arrepiento de todos mis
pecados, sé que te he ofendido de pensamiento, palabra y obra; lávame y límpiame
con tu preciosa sangre, haciendo de mí la persona que Tú quieres que sea. Escribe Señor, mi nombre en el Libro de la
Vida y séllame con tu Espíritu Santo, Amén.
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