Hace muchos años la gente guardaba sus monedas de oro en una olla de barro cocido, más o menos grande, que después era sellada por la boca con más barro. El tesoro quedaba encerrado en la olla y solo rompiéndola se podía ver y disfrutar de su contenido.
De esto nos habla Pablo en la segunda epístola a los Corintios, él nos enseña acerca de la vida de Cristo en nosotros como algo glorioso, pero señala al mismo tiempo la extraña realidad de nuestras limitaciones humanas. Veamos el pasaje: "Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros." (2ª Corintios 4:6-7)
Cuando nos predicaron el evangelio hablándonos de Jesucristo como el Salvador del mundo, Su amor nos enterneció y arrepentidos abrimos nuestro corazón para que Él entrara, así Dios hizo de nosotros una nueva creación. Igual que al principio Él "mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz", así ha hecho en nuestras vidas, su presencia en nosotros es "el resplandor de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo" que alumbra las tinieblas de nuestros corazones. Este resplandor ilumina nuestro conocimiento por la realidad del poder de Cristo viviendo en nuestras vidas: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí." (Gálatas 2:20)
¡Cristo vive en mí! Esto es una realidad que nadie puede quitar ni cambiar, "Él es el tesoro" y nosotros somos los recipientes, "el vaso de barro".
Hoy analizaremos 3 puntos importantes: el barro, nuestras limitaciones y el tesoro dentro de nosotros.
El barro
El barro es la figura de Adán y todos nosotros sus descendientes; la Palabra de Dios nos dice: "Y Dios el Señor formó al hombre del polvo de la tierra" (Génesis 2:7a - NVI), así que al aceptar a Cristo como nuestro Señor y Salvador, la Gloria del Cielo está envuelta en nosotros por la naturaleza humana con todas sus limitaciones y complicaciones, con sus debilidades y miserias.
Debemos saber convivir y aceptar el valor del tesoro que llevamos dentro y el poco valor del recipiente que lo contiene. Muchas veces hemos quedado desorientados y dudamos si de verdad tenemos tal tesoro dentro de nosotros, obsesionados por el poco valor del barro que somos.
De esto nos habla Pablo en la segunda epístola a los Corintios, él nos enseña acerca de la vida de Cristo en nosotros como algo glorioso, pero señala al mismo tiempo la extraña realidad de nuestras limitaciones humanas. Veamos el pasaje: "Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros." (2ª Corintios 4:6-7)
Cuando nos predicaron el evangelio hablándonos de Jesucristo como el Salvador del mundo, Su amor nos enterneció y arrepentidos abrimos nuestro corazón para que Él entrara, así Dios hizo de nosotros una nueva creación. Igual que al principio Él "mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz", así ha hecho en nuestras vidas, su presencia en nosotros es "el resplandor de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo" que alumbra las tinieblas de nuestros corazones. Este resplandor ilumina nuestro conocimiento por la realidad del poder de Cristo viviendo en nuestras vidas: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí." (Gálatas 2:20)
¡Cristo vive en mí! Esto es una realidad que nadie puede quitar ni cambiar, "Él es el tesoro" y nosotros somos los recipientes, "el vaso de barro".
Hoy analizaremos 3 puntos importantes: el barro, nuestras limitaciones y el tesoro dentro de nosotros.
El barro
El barro es la figura de Adán y todos nosotros sus descendientes; la Palabra de Dios nos dice: "Y Dios el Señor formó al hombre del polvo de la tierra" (Génesis 2:7a - NVI), así que al aceptar a Cristo como nuestro Señor y Salvador, la Gloria del Cielo está envuelta en nosotros por la naturaleza humana con todas sus limitaciones y complicaciones, con sus debilidades y miserias.
Debemos saber convivir y aceptar el valor del tesoro que llevamos dentro y el poco valor del recipiente que lo contiene. Muchas veces hemos quedado desorientados y dudamos si de verdad tenemos tal tesoro dentro de nosotros, obsesionados por el poco valor del barro que somos.
Dios ha tratado con nuestra vieja naturaleza (el barro) en la cruz, de tal manera que cuando Cristo murió, nosotros morimos con Él, para librarnos del dominio del pecado.
Nuestras limitaciones humanas
En este pasaje que estamos considerando, Pablo trata algunos aspectos del barro que no tienen que ver con el pecado en sí, sino con nuestra limitaciones humanas, que se hacen patentes cuando enfrentamos situaciones que nos desbordan, como las tribulaciones, las amarguras, los sinsabores, los apuros, las persecuciones, los agotamientos, las enfermedades. Veamos que nos dice 2ª Corintios 4:8-9: "Que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; Derribados, pero no destruidos." ¿Quién no pasa por estas cosas? ¿Quién no las experimenta?
¡Cuánto presumimos cuando somos jóvenes! Nos parece que podemos comernos el mundo, pero la vida nos va enseñando que no somos tan fuertes como creemos. Así nos pasa en la vida cristiana, inevitablemente llegan los momentos de debilidad, nos damos cuenta que nuestras fuerzas son insuficientes, que no llegamos a las metas que nos proponemos, nos desbordan los retos que la vida nos plantea, es decir, experimentamos la incapacidad del barro que somos.
¿Qué hacemos entonces? ¿Nos desanimamos? ¿Nos damos por vencidos? ¿Nos rendimos? ¿Tiramos la toalla? ¿Pensamos que no hay más? ¿Escondemos la cabeza? El apóstol, quien también experimentó estas facetas del barro, nos habla también de los recursos que a él lo sostenían.
1. Atribulado en todo, mas no angustiado.
2. No le faltaban los apuros, pero tampoco le faltaba la esperanza.
3. Perseguido, pero no sin amparo.
4. Derribado, caído; pero no aniquilado, ni destruido.
Nuestras limitaciones humanas
En este pasaje que estamos considerando, Pablo trata algunos aspectos del barro que no tienen que ver con el pecado en sí, sino con nuestra limitaciones humanas, que se hacen patentes cuando enfrentamos situaciones que nos desbordan, como las tribulaciones, las amarguras, los sinsabores, los apuros, las persecuciones, los agotamientos, las enfermedades. Veamos que nos dice 2ª Corintios 4:8-9: "Que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; Derribados, pero no destruidos." ¿Quién no pasa por estas cosas? ¿Quién no las experimenta?
¡Cuánto presumimos cuando somos jóvenes! Nos parece que podemos comernos el mundo, pero la vida nos va enseñando que no somos tan fuertes como creemos. Así nos pasa en la vida cristiana, inevitablemente llegan los momentos de debilidad, nos damos cuenta que nuestras fuerzas son insuficientes, que no llegamos a las metas que nos proponemos, nos desbordan los retos que la vida nos plantea, es decir, experimentamos la incapacidad del barro que somos.
¿Qué hacemos entonces? ¿Nos desanimamos? ¿Nos damos por vencidos? ¿Nos rendimos? ¿Tiramos la toalla? ¿Pensamos que no hay más? ¿Escondemos la cabeza? El apóstol, quien también experimentó estas facetas del barro, nos habla también de los recursos que a él lo sostenían.
1. Atribulado en todo, mas no angustiado.
2. No le faltaban los apuros, pero tampoco le faltaba la esperanza.
3. Perseguido, pero no sin amparo.
4. Derribado, caído; pero no aniquilado, ni destruido.
No cabe duda que Pablo nos está hablando de recursos celestiales, de la manifestación del tesoro que contiene el barro.
¡Es que esa es la enseñanza que Pablo quiere comunicarnos! Tenemos dentro de nosotros la vida de Cristo mismo, no solo para darnos victoria sobre el pecado, sino también para darnos poder en nuestra debilidad.
¿Cómo podemos vencer nuestras debilidades?
De la misma manera que nos consideramos muertos con Cristo en la cuestión del pecado, así debemos considerarnos muertos con Él, en el aspecto de la debilidad humana y las limitaciones de cada día. Leamos cómo lo expresa el apóstol Pablo: "llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos. Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De manera que la muerte actúa en nosotros, y en vosotros la vida." 2ª Corintios 4:10-12
El tesoro manifestado
Este tesoro es ¡la vida de Jesús manifestada en nuestros cuerpos! ¡En estos vasos de barro!
Para que este tesoro se manifieste en nosotros, es necesario que el barro se rompa, hecho que sucederá solamente con nuestra muerte con Cristo. Pablo dice que para que la vida de Jesús se manifieste en su cuerpo, lleva en ese mismo cuerpo la muerte de Jesús. No hay vida sin muerte, Dios nos dice en su palabra que cuando Cristo murió, nosotros morimos con Él, y que cuando Él resucitó, nosotros también resucitamos juntamente con Cristo: "aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó." (Efesios 2:5-6)
Llevando en el cuerpo…
Pablo conocía muy bien esta doctrina y la expone magistralmente a los romanos. Él explica que la Santificación es que Cristo sea formado en nuestros corazones, que Cristo sea nuestra vida. Pablo nos enseña la necesidad de morir para vivir.
Pero sus palabras en la Carta a los Corintios nos hacen pensar que para él, esto es más que una doctrina, algo más que pensamientos correctos bien colocados en alguna parte de su cabeza, en algún rincón de su memoria, él ¡llevaba la muerte de Cristo en su cuerpo! Había profundizado y crecido tanto en su identificación con el Cristo crucificado, que todo su ser, incluido su cuerpo, llevaba impreso la muerte de Jesús, sintiendo y experimentando esa muerte desde los pies a la cabeza.
De esta manera la vida celestial de Jesús se manifiesta en nuestro cuerpo. A más de nuestra muerte, más de la vida de Cristo en nosotros.
Llevando en el cuerpo siempre…
Siempre.
1. Para el apóstol no era algo que hacía en momentos puntuales o en reuniones especiales, cuando hay "que parecer espiritual" y dar buena impresión a los que nos van a ver y a oír.
2. Tampoco cuando las cosas le iban bien y Dios había respondido a oraciones que había hecho.
3. O cuando las cosas le iban mal y no tenía otra salida.
Independientemente de la situación que vivamos, nuestra prioridad debe ser vivir unidos a Cristo en su muerte y llevar esa muerte siempre con nosotros, para que la vida de Cristo también esté con nosotros siempre.
Llevando en el cuerpo siempre por todas partes…
El apóstol Pablo no solamente no limita esta realidad a momentos específicos, sino que tampoco la limita a lugares concretos o especiales, como el local de reuniones, las comidas con los hermanos, o bien campamentos o retiros espirituales.
Sea donde sea y estemos donde estemos, lo más importante es llevar en nosotros la muerte de Cristo, para que también la vida de Jesús se manifieste en la nuestra.
¡Qué fantástico! Cristo mismo en nosotros. Tenemos un tesoro dentro de nosotros, pero ¿por qué no dejamos que los demás lo vean? Mientras la olla de oro no se rompa, solamente podrán ver el barro.
ORACIÓN:
Señor Dios, único y verdadero, venimos delante de ti con un corazón agradecido, por todo lo que nos has dado; especialmente por ese tesoro que hay dentro de nosotros, que es Cristo Jesús. Gracias Padre, por tratar con nuestra vieja naturaleza y permitirnos morir a nuestros pecados y debilidades por medio del sacrificio de tu Hijo, quien con su muerte ha impartido en nosotros espíritu de poder, de amor y dominio propio.
Firmemente decidimos Señor vivir unidos a Cristo en su muerte, entregando todo lo que somos a ti, para que cada pensamiento, palabra y acción nuestras, sean sacrificio de olor grato, como señal de adoración y alabanza, al que es, al que ha sido y al que ha de venir.
Ayúdanos Padre Celestial, a poder mostrar nuestro tesoro interno y a quebrar el barro exterior en nosotros, para crecer en tu propósito y en nuestra relación contigo. Que en nosotros se muestre tu presencia y que esto sea dado como testimonio de tu poder; te lo pedimos en el nombre de tu Hijo Amado, AMÉN.
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