Independientemente del concepto que tengamos de Dios ("El Ser Supremo", "El Señor de Señores", "El Rey de Reyes", "El Gran Yo Soy", "El Dios proveedor"), debemos entender que Dios no es inalcanzable para nosotros; por el contrario, Dios siendo amor: "…porque Dios es Amor" (1 Juan 4:8b), nos permite que nosotros tengamos una relación estrecha con él.
Si entendemos bien que Dios es Amor, nos daremos cuenta que Él está mucho más cerca de lo que nosotros pensamos, aún más, el Amor de Dios sobrepasa la condición de pecadores en que nos encontramos todos los seres humanos.
Romanos 5:8 nos dice: "mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros".
El amor de Dios es tan especial que él desea que todos tengamos una oportunidad real de conocerle, de ser salvos y de tener una vida eterna. Su amor es único y no escatima costo alguno, ya que su único hijo Jesús ha sido dado para tomar nuestro lugar y pagar por nuestra maldad (Juan 3:16) "…porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna."
El Amor de Dios es un amor real, un amor que no espera nada a cambio, un amor incondicional, un amor sufrido, un amor de bendición, un amor para quienes no merecemos ser amados, un amor para quienes no le amamos y ni siquiera le buscamos, un amor que no traiciona, un amor que nunca dejará de ser: "Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor." (Romanos 8:38-39).
Conociendo a Cristo
El apóstol Pablo expresa perfectamente en Filipenses 3:10, el deseo más fervoroso de cada seguidor verdadero de Cristo: "conocerle": "Lo he perdido todo a fin de conocer a Cristo, experimentar el poder que se manifestó en su resurrección, participar en sus sufrimientos y llegar a ser semejante a él en su muerte."
"Conocer a Cristo", en el sentido Paulino no es el tipo de relación mística que muchas personas imaginan. Pablo no estaba deseoso de algún conocimiento secreto de Cristo más allá de lo que se trasluce en la Escritura. De hecho, el conocimiento de Cristo que Pablo buscó fue cualquier cosa menos místico. Lo que él deseaba conocer era el poder de la resurrección de Cristo, la comunión de Sus sufrimientos, y la conformidad a Su muerte.
Erramos grandemente, si pensamos de la intimidad con Cristo como algún nivel noble de comunión misteriosa y basada en sentimientos con la Divinidad –como si implicase algún conocimiento de Dios que va más allá de lo que la Escritura ha revelado. Esa idea es el mismo corazón de la herejía gnóstica. No tiene nada en común con el cristianismo verdadero.
¿Qué queremos decir, entonces, cuando hablamos de intimidad con Cristo?
¿Cómo podemos buscar el conocer a Cristo en la forma en que Pablo tenía en mente en Filipenses 3:10?
La Escritura sugiere al menos cinco aspectos de una intimidad verdadera con Cristo:
1. La Intimidad de la Fe
Notemos lo que el comentario de Pablo indica acerca del conocer a Cristo en Filipenses 3:10. Él ya había pasado varios versículos describiendo su vida antes de Jesucristo:
"Yo mismo tengo motivos para tal confianza. Si cualquier otro cree tener motivos para confiar en esfuerzos humanos, yo más: circuncidado al octavo día, del pueblo de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de pura cepa; en cuanto a la interpretación de la ley, fariseo; en cuanto al celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que la ley exige, intachable." (Filipenses 3:4-6).
Pablo se refirió a todas las ventajas espirituales que él disfrutó como judío farisaico. Pero luego da fe de que él había descartado todas esas ventajas espirituales por la causa de Cristo:
"Sin embargo, todo aquello que para mí era ganancia, ahora lo considero pérdida por causa de Cristo. Es más, todo lo considero pérdida por razón del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo he perdido todo, y lo tengo por estiércol, a fin de ganar a Cristo." (Filipenses 3:7-8).
Como fariseo, Pablo había tratado de ganar el favor de Dios por la obediencia a la ley, pero él se dio cuenta que la ley establece un estándar que él nunca podría lograr cumplir. Y así es como desechó todas sus obras de rectitud como si fuesen trapos de inmundicia: "Todos somos como gente impura; todos nuestros actos de justicia son como trapos de inmundicia." (Isaías 64:6a). Esto no quiere decir que él dejó de hacer buenas obras, por supuesto, sino que él dejó de confiar en esas obras para su salvación. En lugar de eso, él puso toda su fe en Cristo –y estaba vestido en la rectitud perfecta de Cristo en lugar de sus obras imperfectas.
Ésta es la doctrina conocida como la justificación por la fe. La Escritura enseña que nuestros pecados fueron imputados a Cristo, y él pagó la pena total por ellos en Su muerte: "Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros, nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia ustedes han sido salvados!" (Efesios 2:4-5).
Ahora la propia justicia de Cristo es imputada a nosotros, y recibimos el mérito completo de ella. Sin esta realidad no podríamos disfrutar ninguna relación con un Dios santo.
Además, la justificación por la fe –puesto a que significa que estamos vestidos en la propia justicia de Cristo– determina la relación más íntima imaginable entre el creyente y su Señor. Es una unión espiritual inviolable. Por eso es que Pablo a menudo describió a los creyentes como aquellos que están "en Cristo".
En otras palabras, toda intimidad verdadera con Cristo tiene su base en la fe. De hecho, ninguna relación con Él en absoluto es posible fuera de la fe (Hebreos 1:1). Como el apóstol Pedro señala, le amamos por fe, sin haberle visto: "Ustedes lo aman a pesar de no haberlo visto; y aunque no lo ven ahora, creen en él y se alegran con un gozo indescriptible y glorioso, pues están obteniendo la meta de su fe, que es su salvación." (1 Pedro 1:8).
2. La Intimidad de la Verdadera Adoración
En Oseas 6:6 el Señor dice: "Lo que pido de ustedes es amor y no sacrificios, conocimiento de Dios y no holocaustos."
Este versículo quiere decir que no deberíamos imaginarnos que la adoración consista en la memorización de actos rituales religiosos –como sacrificios, holocaustos, y otras ceremonias. En lugar de eso, necesitamos darnos cuenta de que la verdadera adoración está basada en el conocimiento verdadero de Dios.
Si queremos que Dios se deleite en nuestra adoración, debemos pensar correctamente acerca de Él. L a misma esencia de la idolatría consiste en pensamientos equivocados acerca de Dios. Y por el contrario, el conocimiento verdadero de Dios significa conocerle como El es revelado en la Escritura.
Para ponerlo de otra manera, la sana doctrina, no la liturgia y el ritual, es la prueba de fuego de si nuestra adoración es aceptable.
Un pensamiento correcto acerca de Dios es por consiguiente esencial para una intimidad verdadera con El. Cualquiera que quiera conocerle íntimamente debe saber lo que Él ha revelado acerca de Sí mismo. Y otra vez, esto no quiere decir que debiésemos buscar algún conocimiento místico acerca de Dios. Todo lo que podemos saber con certeza acerca de Dios es lo que está revelado en la Escritura. Aquellos que conocen al verdadero Dios en una forma verdadera por consiguiente deben tratar de estar completamente familiarizados con Su Palabra.
3. La Intimidad de la Oración
Jesús mismo nos enseñó a buscar intimidad con Dios a través de la oración privada. La oración es donde el creyente derrama su corazón a Dios. Y Jesús mismo enfatizó la importancia de la oración privada: "Pero tú, cuando te pongas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará." (Mateo 6:6).
Él confrontaba la práctica de los fariseos, quienes gustaban de orar públicamente, por puro alarde. Jesús no enseñaba que las oraciones nunca deberían ser ofrecidas públicamente, porque obviamente hay ocasiones cuando la Escritura nos llama a una oración corporativa.
Pero el verdadero cristiano buscando la intimidad con Dios orará más a menudo, y más fervientemente, en privado. La verdadera audiencia de todas nuestras oraciones es Dios mismo. Y si comprendiésemos qué privilegio tan incomprensible es ser invitados a venir confiadamente ante Su trono de gracia, seguramente pasaríamos más tiempo allí, derramando nuestros pensamientos más íntimos, nuestros miedos, nuestros deseos, y nuestras expresiones de amor hacia Él.
4. La Intimidad de la Obediencia
Jesús dijo a los discípulos: "Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando." (Juan 15:14). De este modo Cristo mismo hizo la obediencia a Él un requisito absoluto para la intimidad espiritual verdadera.
Nadie puede afirmar una intimidad con Cristo cuya vida es marcada por la desobediencia en vez de la sumisión a Él. Aquellos que se rehúsan obedecer a Cristo como Señor no pueden afirmar conocerle como un amigo. La Escritura explícitamente declara que Él es Señor de todos nosotros: "Dios envió su mensaje al pueblo de Israel, anunciando las buenas nuevas de la paz por medio de Jesucristo, que es el Señor de todos." (Hechos 10:36), y por tanto tiene derecho a exigir nuestra lealtad a Su Señorío.
De hecho, aquellos que refrenan esa lealtad son Sus enemigos, no Sus íntimos amigos: "¡Oh gente adúltera! ¿No saben que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Si alguien quiere ser amigo del mundo se vuelve enemigo de Dios." (Santiago 4:4). Por eso es que la verdadera intimidad con Él es completamente imposible sin una rendición incondicional a Su autoridad divina.
Otra vez, esto toma el asunto de la intimidad con Cristo fuera del área de lo místico y la define en términos que son intensamente prácticos.
5. La Intimidad del Sufrimiento
Regresando a Filipenses 3:10, notamos otra vez la clase de intimidad con Cristo que Pablo buscaba: "Lo he perdido todo a fin de conocer a Cristo, experimentar el poder que se manifestó en su resurrección, participar en sus sufrimientos y llegar a ser semejante a él en su muerte".
Por supuesto, fácilmente comprendemos por qué quiso Pablo una participación en el poder de la resurrección de Cristo. Pero ¿por qué quiso el apóstol conocer la comunión de los sufrimientos de Cristo y sea conformado en Su muerte?
Podemos tener la seguridad de que Pablo no tenía un amor pervertido por el dolor y el sufrimiento. En otro lugar él testificó cómo le suplicó repetidamente al Señor que lo salvara de un "mensajero de Satanás" que fue como una aguijón bajo su piel (2 Corintios 12:7).
En medio de esa experiencia Pablo descubrió que la gracia de Dios es suficiente para vernos a través de todos nuestros sufrimientos. Además, el poder de Dios es perfeccionado en nuestra debilidad: "y encontrarme unido a él. No quiero mi propia justicia que procede de la ley, sino la que se obtiene mediante la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios, basada en la fe" (Filipenses 3:9).
Dios le da una medida especial de gracia a aquellos que él llama a padecer sufrimiento. En un pasaje familiar sobre las Bienaventuranzas, Jesús dijo esto acerca del sufrimiento: "Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque el reino de los cielos les pertenece. Dichosos serán ustedes cuando por mi causa la gente los insulte, los persiga y levante contra ustedes toda clase de calumnias. Alégrense y llénense de júbilo, porque les espera una gran recompensa en el cielo. Así también persiguieron a los profetas que los precedieron a ustedes" (Mateo 5:10-12).
Hay una bienaventuranza o dicha especial conocida sólo por quienes sufren por la causa de Cristo. Aquellos que desean una intimidad verdadera con Él deben estar dispuestos a padecer lo que El padeció. (Job 1:1, Job 42:2-5)
¿Cuál es pues, el cuadro completo?
Añada todas esas cosas para obtener todo el cuadro completo: La intimidad verdadera con Cristo implica sufrimiento, obediencia, mucha oración, un buen conocimiento de la Palabra de Dios, y una vida de fe, creyendo en un Cristo Vivo.
Note que todas son asuntos elementales de la vida cristiana, lo que subraya la verdad de que la intimidad con Cristo no es alguna clase de secreto místico. Es todo el punto de nuestra vida en Cristo. Ciertamente, es el fin principal para el cual fuimos creados: Para glorificar a Dios y disfrutarle por siempre.
ORACION
Grande, Maravilloso y Majestuoso Jesús, te doy gracias porque has traído luz a mi vida, haciéndome comprender que debo alejar de mi, toda práctica del mundo que me aleja de ti y tus bendiciones. Me has hecho ver mi Señor, que por medio de la oración constante, el ayuno, la lectura de tu Palabra y la alabanza me fortalezco, ya que ellas son armas que tú Padre de las Luces, me has dado para vencer en el mundo.
Señor, ayúdame a vestirme de ti siendo manso y humilde de corazón, estando en paz con quienes comparto y me rodean, perdonando como tú me perdonas, negándome a mí mismo para que tú crezcas en mí, siendo constante en la oración y llevando el fruto de tu Espíritu Santo con integridad; y que así pueda mostrar tu luz en todo momento y circunstancia, venciendo la oscuridad y trabajando activamente en mi transformación, AMÉN.
No hay comentarios:
Publicar un comentario