Debido a un momento de gran angustia, que un apreciado hermano en Cristo, ha estado pasando en estos días, he decidido presentar este estudio, consciente de que todos nosotros en varios momentos de nuestras vidas, nos afligimos por problemas tales como la enfermedad, la soledad, la muerte, la culpa… Mi interés es animarles a confiar total y completamente en nuestro Dios Todopoderoso; la Palabra de Dios nos dice en Santiago 5:13a – RVA: "¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración."
¿Qué es la angustia?
Hablando en términos generales, la angustia es sinónimo de dolor, temor y sufrimiento. Este sentimiento acompaña al ser humano desde su nacimiento hasta la muerte, en muchas situaciones de su vida, convirtiéndose en muchos casos en una de las opresoras más fuertes de la humanidad, capaz de atacar a su víctima no importando si es rey o mendigo.
Aun cuando existieron y existen personas con un fuerte carácter que, gracias a su determinación, toman una posición firme delante de la angustia, las personas no logran una victoria definitiva sobre esta emoción. La angustia puede ser contenida, pero no desactivada.
El hombre natural no puede eludir la angustia ni escapar de ella. Podemos intentar ignorarla, pero no lograremos escapar de las situaciones dolorosas.
¿Qué dice la Biblia sobre la angustia?
◊ La angustia y el sufrimiento pueden volverse visibles.
"Pero se decían unos a otros: Sin duda estamos sufriendo las consecuencias de lo que hicimos con nuestro hermano. Aunque vimos su angustia cuando nos suplicaba que le tuviéramos compasión, no le hicimos caso."
Génesis 42:21 – NVI
◊ La angustia paraliza la lengua e igualmente puede hacer que ella hable.
"Por lo que a mí toca, no guardaré silencio; la angustia de mi alma me lleva a hablar, la amargura en que vivo me obliga a protestar."
Job 7:11 – NVI
◊ La angustia hace que nos sintamos turbados.
"De todas partes lo asombrarán temores, y le harán huir desconcertado."
Job 18:11 – RVA
◊ La angustia es más fuerte que la abundancia.
"En medio de la abundancia, lo abrumará la angustia."
Job 20:22a – NVI
◊ La angustia genera tinieblas.
"En aquel día gruñirá sobre ella como el bramido del mar. Si se mira hacia la tierra, he aquí, hay tinieblas y angustia; aun la luz es oscurecida por sus nubes."
Isaías 5:30 – LBLA
"Y mirarán a la tierra, y he aquí tribulación y tinieblas, oscuridad y angustia; y serán sumidos en las tinieblas."
Isaías 8:22 – RVA
Siendo la angustia tan poderosa como es, ¿qué podemos hacer entonces para enfrentar la angustia?
Nuestra respuesta será siempre aferrarnos a Dios, quien en Su Palabra nos dice que nuestro socorro viene de Él (Salmo 121:2 – RVA). Al aferrarnos, confiar y creer en nuestro Dios Todopoderoso, podemos enfrentar la angustia. Veamos por qué:
◊ La Palabra de Dios es siempre más fuerte y poderosa que la angustia.
"Me he visto angustiado y en aprietos, pero tus mandamientos me alegraron."
Salmo 119:143 – DHH
◊ El Poder de Dios es siempre más fuerte que la angustia.
"Aunque pase yo por grandes angustias, tú me darás vida; contra el furor de mis enemigos extenderás la mano: ¡tu mano derecha me pondrá a salvo!"
Salmo 138:7 – NVI
◊ La Luz de Dios es más poderosa que la angustia.
"El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos."
Isaías 9:2 – RVA
◊ El Amor de Dios es más poderoso que la angustia.
"¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor."
Romanos 8:35-39 – NVI
¿Qué dijo el Señor Jesús respecto a la angustia?
Es muy esclarecedor el hecho de observar y saber que Él, en ningún momento, afirmó que estaremos libres de problemas y sufrimientos, aún cuando muchas veces se predica que al volvernos creyentes no tendremos más tribulaciones o tentaciones. La realidad es que el mismo Jesús nos dijo muy claramente que siempre tendremos aflicción: "En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo." (Juan 16:33b – RVA). Lo más hermoso de este texto es el "pero" agregado por nuestro Señor Jesús. Él nos dice, que en este mundo, reino de Satanás, ya Él lo ha vencido y que Su victoria sobre el mundo, es también nuestra victoria, por eso debemos estar confiados.
El Señor Jesús nos dice que en Él nosotros tenemos la posibilidad de vencer a la mismísima angustia y todo lo que el mundo traiga contra nosotros. ¡Ésta es la posición del Señor en relación a la angustia!
¿Quién fue el primer ser humano que se confrontó con la angustia?
Fue Adán, inmediatamente después de caer en pecado. Antes de la caída, Adán no conocía ese sentimiento, pero después que el pecado entró en su vida, su ser fue invadido por un terrible sentimiento de temor: "Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí." (Génesis 3:9-10 – RVA) Adán y Eva, de forma sorpresiva, sintieron temor de Dios, su Creador, con quien hasta hacía poco formaban una unidad de perfecta armonía. Antes de caer en pecado, ellos se alegraban cuando Dios les visitaba en el jardín, pero ahora, de un momento a otro, fueron invadidos por el temor. ¡Qué devastadoras consecuencias tiene hasta el día de hoy su desobediencia!
¿Quién ha sido, en toda la historia de la humanidad, aquel que ha experimentado los abismos más terribles y profundos de la angustia?
La respuesta a esta, la pregunta más importante es: Jesucristo. Él hecho hombre, en el Jardín de Getsemaní sufrió una angustia tal, que nuestro entendimiento no llegaría a comprender. No podemos tener ni la idea más remota de tan tremenda angustia.
Cuando tenemos miedo, cuando ya no sabemos qué hacer, podemos mirarlo a Él y recordar que Su tribulación fue aún muchísimo mayor.
El Salmo 22:11-15 – DHH, nos habla de forma profética sobre este profundo sentimiento de angustia que experimentó el Señor Jesús: "No te alejes de mí, pues estoy al borde de la angustia y no tengo quien me ayude. Mis enemigos me han rodeado como toros, como bravos toros de Basán; rugen como leones feroces, abren la boca y se lanzan contra mí. Soy como agua que se derrama; mis huesos están dislocados. Mi corazón es como cera que se derrite dentro de mí. Tengo la boca seca como una teja; tengo la lengua pegada al paladar. ¡Me has hundido hasta el polvo de la muerte!" Estas palabras nos describen la abismal e ilimitada profundidad del sufrimiento de Jesús en el Jardín de Getsemaní: La agonía de la muerte…
Lucas 22:44 – RVA nos habla de esto: "Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra." Su lucha con la muerte no se limitó a la cruz, sino también al Getsemaní, pues allí Él comenzó a morir, allí, Él entró en una terrible y pavorosa agonía de muerte. Él se encontraba en agonía de muerte, porque Satanás, el príncipe de este mundo, estaba a punto de matarlo.
En esta circunstancia Jesús luchó por su reino, puesto que tenía muy claro que Getsemaní era el paso previo al Calvario, y si el Señor lograba llegar a la cruz, la puerta de salvación para la humanidad, para usted y para mí, quedaría abierta.
Por esta razón, en Getsemaní, Satanás fue con todas sus fuerzas sobre el Cordero de Dios e intentó matarlo. Allí Jesús estuvo al borde de la muerte; Él luchó con ella. Este ataque contra Su vida, y contra Su obra de redención, provocó en Él una violenta y mortal angustia, una verdadera agonía de muerte. Él enfrentó y superó este momento en su calidad de hombre y no como Dios. Si así hubiera sido, hubiese invocado a multitudes de huestes celestiales y Satanás tendría que haberse retirado inmediatamente.
Debemos dejar claro, que en Getsemaní, Jesús no tuvo miedo de la cruz, sino que fue justamente lo contrario, Él enfrentó la angustia de morir en Getsemaní, de morir antes de llegar a la cruz, porque Su sacrificio expiatorio habría sido frustrado. No tenía temor de la muerte en la cruz, pues Él mismo testificó claramente: "Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre." (Juan 10:17-18 – RVA). Jesucristo no quería morir en Getsemaní, pero Él estaba muriendo, y esto le afligió tanto que entró en una profunda agonía, sudando gotas de sangre.
Nuestro Señor Jesús debió atravesar la angustia más profunda, lo que nos demuestra que sufrió gran aflicción. Esto debería ayudarnos -y puede hacerlo- a obtener consuelo en nuestras tribulaciones y angustias.
ORACIÓN
Padre Todopoderoso, en el nombre de Tu Hijo amado Jesús, gracias te doy porque en medio de mi angustia siempre estás Tú para sacarme adelante, tal y como dice Tu Palabra, sé que mi vida está en tus manos.
Hoy Padre, me aferro a Ti y a Tu Palabra, que dice que en el día malo, Tú me librarás. Tú has vencido por mí, toda tribulación y toda angustia, con Tu agonía en Getsemaní y con Tu sufrimiento en la cruz, por lo que en Ti me siento confiado y seguro, de que lo que hoy puede estar afectando mi vida de forma angustiosa, es pasajero y no es para mí destrucción, sino para producir en mí, un cada vez más excelente y eterno peso de Tu gloria, AMÉN.
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