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miércoles, 31 de agosto de 2011

Hombres de Dios – Parte 3

En el mensaje anterior de esta serie detallamos los primeros 3 pasos que un cristiano debe seguir para ser un "varón de Dios". El apóstol los menciona en su primera carta a Timoteo 6:11b "y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre."

En resumen, mencionamos que todo "hombre de Dios" debe seguir:
  • La justicia.
  • La piedad.
  • La fe.
Hoy terminaremos con los restantes 3 pasos, veamos.
1. Todo hombre de Dios sigue el amor.
El amor es la palabra clave de la fe cristiana, sin el amor el cristianismo dejaría de existir. La comprensión teológica del amor no parte de nuestra experiencia humana sino más bien de la revelación de Dios quien nos lo hace comprender a la luz de que se da a la humanidad sin más razón que la de amar totalmente, sin posibilidad de recibir un intercambio coherente con su amor: "Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo." (Juan 10:17-18a)
Toda la historia de la revelación de Dios puede leerse a la luz de un amor que se expresa y se revela progresivamente hasta el don pleno y total de sí mismo.

Pablo en su Primera Carta a los Corintios nos dice que puede haber una cabeza clara y con profundo entendimiento, pero que esto no tiene ningún valor sin un corazón benévolo y caritativo.

Es así como el apóstol menciona siete cosas que podemos hacer sin tener el amor: "Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve." (1ª Corintios 1-3)

a. Hablar en lenguas.
b. Profetizar.
c. Entender todo misterio.
d. Tener toda ciencia.
e. Tener una gran fe.
f. Repartir los bienes.
g. Entregar aún nuestros cuerpos.

Estas cosas mencionadas pueden dejar una gran impresión ante las personas, pero todo será inútil en nuestra vida, incluso el acto supremo con que nos decidamos a ofrecer nuestra propia vida, si queda ubicado fuera del horizonte del amor. Delante de Dios, lo anterior, es simplemente un címbalo que retiñe, de nada sirve, delante de Dios no es nada.

El que no ama no puede creer que Dios se haya revelado y por tanto no puede pensar en realizarse a sí mismo.

Una vez Pablo nos dice lo que podemos hacer sin tener amor, nos explica lo que es el amor y lo que hace el amor. "El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.  El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará." (1ª Corintios 13:1-8)

¿Qué es y qué hace el amor?
¿Qué no es y qué no hace el amor?
Es sufrido
No es envidioso
Es benigno
No es jactancioso
No es vanidoso
Se goza de la verdad
No hace nada indebido
Todo lo sufre
No busca lo suyo
Todo lo cree
No se irrita
Todo lo espera
No guarda rencor
Todo lo soporta
No se goza de la injusticia
Nunca deja de ser

¡Cuánto nos engañamos si buscamos aceptación y recompensa por nuestras buenas obras, siendo tan mezquinos, defectuosos, corruptos y egoístas!

El amor de Dios debe ser nuestro principio, viviendo ese mismo amor con que somos amados, siendo el amor la condición para ser reconocidos como cristianos: "¡Mirad cómo se aman!", decían los paganos en los primeros tiempos de la Iglesia para reconocer a los creyentes. Esta afirmación debería escucharse de nuevo también en nuestros días.

2.       Todo hombre de Dios sigue la paciencia.

Del griego "hupomone", la paciencia es la resistencia victoriosa, la perseverancia constante en medio de las pruebas.

Como "hombres de Dios" la Biblia nos llama al ejercicio de la paciencia, a fin de que podamos soportar sin murmuraciones las circunstancias adversas que todos tenemos, esperando de una manera voluntaria y no por simple necesidad.  En su carta a los colosenses Pablo nos dice que debemos vestirnos de paciencia, soportándonos y perdonándonos unos a otros: "Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro.  De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros."  (Colosenses 3:12-13)

La naturaleza de la paciencia es tal, que nos permite decir que estamos dispuestos a renunciar a la gratificación inmediata, y a esperar que el Señor nos provea.  

Con la paciencia experimentamos una tranquilidad interior que sólo puede venir de Dios, sin embargo, esto no significa que nunca sentiremos presiones o tribulaciones, sino que Dios puede calmar nuestro corazón ante nuestra situación.

Es importante entender también que la paciencia no se desarrolla sin tener antes otras características piadosas.  Al pensar en la vida de David, vemos que mientras esperaba ser hecho rey por la mano de Dios tuvo varias oportunidades de matar a Saúl, el gobernante de la nación en ese momento, pero al negarse a sacarle provecho a la situación, David demostró discernimiento, sabiduría, amor y fe en el tiempo de Dios 

La paciencia se logra sólo como parte del fruto del Espíritu Santo, una vez rindamos nuestras vidas al Señor: "Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley."  (Gálatas 5:22-23)

Nuestra paciencia debe ser reflejo de la paciencia del mismo Dios, que es llamado "el Dios de la paciencia" (Romanos 15:5), quien ciertamente la ha mostrado hacia este mundo y nosotros llenos de pecado: "a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados."  (Romanos 3:25)

3.       Todo hombre de Dios sigue la mansedumbre.

Del griego "paupatheia", la mansedumbre describe a la persona que nunca se enoja, tiene un espíritu que sabe perdonar y a su vez anda en humildad.  Esto no quiere decir que la mansedumbre sea una debilidad o falta de poder, sino poder bajo el control del Espíritu Santo.

Jesús nos dice en Mateo 5:5: "Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad."  Esta mansedumbre de que nos habla Jesús no es una cualidad heredada, aunque es cierto que algunos nacen con una personalidad más dócil que otros.  Esta cualidad a la que Jesús se refiere no es natural sino espiritual, adquirida solamente por medio de la gracia de Dios obrando en nuestros corazones, oponiéndose a todo lo que el hombre natural piensa.

¿Cómo es entonces la mansedumbre cristiana?

Veamos tres ejemplos de la mansedumbre en la Biblia, así comprenderemos mejor lo que ella es.

Moisés

El mismo Moisés que mató a un egipcio por haber maltratado a un hebreo, llegó a ser tan manso que Dios dijo de él: "Y aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra."  (Números 12:3)
"María y Aarón hablaron contra Moisés a causa de la mujer cusita que había tomado; porque él había tomado mujer cusita.  Y dijeron: ¿Solamente por Moisés ha hablado Jehová?  ¿No ha hablado también por nosotros?  Y lo oyó Jehová."  (Números 12: 1-2)
Tanto María como Aarón, cuestionaron la autoridad de Moisés, pero entre tanto ¿qué estaba haciendo Moisés?  ¡NADA!  Por el contrario cuando Moisés conoce que María enferma de lepra, eleva una oración intercesora por ella, quien lo había criticado: "Entonces Moisés clamó a Jehová, diciendo: Te ruego, oh Dios, que la sanes ahora."  (Números 12:13)
Abraham
Dios había dado una promesa muy especial a Abraham, diciendo "Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre."  (Génesis 13:15).  Pero cuando hubo contención entre los pastores del ganado de Lot y los pastores del ganado de Abraham y cuando Abraham decidió separarlos, no se aferró a su derecho a la tierra que había recibido de Dios, sino dio a su sobrino Lot a escoger.
Jesús
a.  Se describió como manso. "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.  Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas."  (Mateo 11:28-29)
b.  No insistió en sus derechos. "Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz."  (Filipenses 2:5-8)
a.  Sujetó su poder al control de Dios el Padre "y él se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya."  (Lucas 22:41-42)
La mansedumbre es una actitud de sumisión a Dios y a su ley, aceptando lo que Dios permite llegar a nuestras vidas de una forma dócil y humilde.
¿Qué significa ser manso?
1.    Ser verdaderamente manso significa que uno ya no se protege, porque ve que no hay en sí mismo nada digno de protección; por esto el hombre manso ya no está a la defensiva.  El hombre verdaderamente manso nunca se compadece de sí mismo.  
2.    Ser manso significa que estamos dispuestos a escuchar y aprender.  Sobre todo el manso está dispuesto a que el Espíritu Santo le enseñe, a que el Señor Jesucristo le guíe, aún cuando a veces use a otras personas para hacerlo.  La mansedumbre implica un espíritu siempre dócil ante Dios y ante los hombres.
3.    La mansedumbre significa que habrá una ausencia total del espíritu de venganza, del procurar que el otro pague por lo hecho.
4.    Por último, ser manso significa ser pacientes, sobre todo cuando sufrimos injustamente.  Recordemos lo que dijo Pedro: "Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente."  (1ª Pedro 2:21-23)

ORACIÓN
Padre celestial, te doy gracias mi Señor, por tu amor y tu palabra, que me alimenta, me sostiene y me enseña.  Por la vida que hoy disfruto, gracias…
En el nombre Cristo Jesús, vengo delante de tu presencia, trayendo todo sentimiento de desánimo por mi falta de amor, paciencia y mansedumbre en el pasado.  Hoy decido entregar mi vida en tus manos reconociendo Señor, que tanto la paciencia, como la mansedumbre y el amor, son algo completamente imposibles de alcanzar en mi naturaleza humana, pero en ti Señor sí que lograré alcanzarlos.
Lléname Señor con tu Santo Espíritu, porque solamente así podré humillarme y hacerme pobre de espíritu, solamente así podré amar verdaderamente, solamente así podré ser paciente como tú "el Dios de la paciencia". 
Produce estos dones en mí, produce estos frutos en mí; formándome como un "varón de Dios", te lo pido en el nombre de Tu hijo Jesús, AMÉN.

Tu presencia en mí