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jueves, 24 de febrero de 2011

Un tesoro en vasos de barro – Parte 2

Hemos estado estudiando el capítulo 4 de la Segunda Carta a los Corintios, donde el apóstol Pablo nos indica que nosotros somos "vasos de barro" con "un tesoro dentro", nuestro Señor Jesucristo.  Gálatas 2:20 nos dice: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí."

Nos dice el apóstol Pablo que Dios ha tratado con nuestra vieja naturaleza, es decir nuestro barro, en la cruz; por lo que al morir Cristo, nosotros morimos con Él, y así hemos sido librados del dominio del pecado, sin embargo, él va más allá, pues nos dice que la vida de Cristo dentro de nosotros también nos da poder, no solamente sobre el pecado, sino sobre nuestras debilidades: "Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio." (2 Timoteo 1:7).  Entonces, cuanto mayor sea nuestra muerte, más será la vida de Cristo en nosotros.

Nuestra prioridad debe ser vivir unidos a Cristo en su muerte y llevar esa muerte siempre con nosotros, así la vida de Cristo también estará siempre con nosotros.

Entregados a muerte

"Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal."
2ª Corintios 4:11

En este versículo, Pablo abunda más en el mismo pensamiento en que nos ha traído, pero esta vez usa una palabra en la que nos vamos a centrar: "entregados".

En círculos cristianos, se usa bastante al hablar de una persona "entregada" al Señor, de un creyente también entregado a la obra, o a la iglesia.  El Diccionario de la Real Academia Española define entregarse como "ponerse en manos de alguien, sometiéndose a su dirección o arbitrio."

Esta es la entrega que el apóstol nos habla, una entrega más profunda.  El nos habla de entrega a la muerte, nos habla de esa unión con Cristo en su muerte, para que la vida celestial del Hijo de Dios se manifieste en nuestra carne mortal.  Esta es la meta más alta a la que podemos apuntar cualquiera de nosotros como creyentes, y es también la más difícil.

Nos ponemos en las manos de Cristo y nos sometemos a su dirección y Él hará cosas grandes y maravillosas que jamás hemos imaginado, Dios actuará y hará "Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman."  (1ª Corintios 2-9)

¿Se puede comparar mi vida con la de Cristo?  ¿La olla de barro con el tesoro?

Dios dio a su Hijo Unigénito para salvarnos, somos importantes y valiosos para Él, nos salvó a un precio muy alto y nos ha honrado depositando en nosotros la vida de su Hijo, así lo dice la Palabra de Dios en Juan 3:16: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna".  Pero Dios pide de nosotros que esa nueva vida se desarrolle, en esto hay esperanza, en nosotros mismos no la hay.

Sólo la vida del Hijo de Dios manifestada en nuestra carne mortal, proveerá los recursos para vivir más allá de nuestras limitaciones e impactará a los que nos vean y convivan con nosotros, y lo hará en lo más profundo de su ser.

"De manera que la muerte actúa en nosotros, y en vosotros la vida."
2ª Corintios 4:12

Mencionamos en la primera parte de estudio que hace unos años, algunas personas guardaban su dinero y joyas en ollas de barro cocido, que eran selladas y enterradas, con el fin de asegurarse no perderlo.  ¡Qué seguros y confiados nos sentiríamos si encontráramos una de estas ollas con un tesoro dentro!  Nos sentiríamos apoyados en cualquier necesidad, emprenderíamos compras y viajes más allá de lo habitual y normal, tendríamos acceso a cosas que no habíamos soñado antes, podríamos ayudar a otras personas con esas riquezas, pero esto no sería posible hasta que no rompiéramos el barro que lo encierra.

Esto es lo que sucede en nuestras vidas precisamente, cuando decidimos romper la olla de barro que somos, Jesús se manifiesta en nosotros y en nuestras vidas, y es por esta manifestación de Jesús, que nos son proporcionados los recursos para alcanzar imposibles.  La vida de Jesús nos sostiene cuando nuestras fuerzas se han acabado, nos consuela en esos momentos duros y difíciles por los que atravesamos y nos da esperanza en nuestras luchas.

No existe otra manera de que experimentemos los recursos del tesoro que llevamos dentro ni de que esos recursos sean bendición para otros.  ¡Tenemos que consentir en romper el vaso de barro!  "La vida actúa en otros" si "en nosotros actúa la muerte" de Cristo.

Un tesoro que nunca se acaba
Los tres últimos versículos de este capítulo nos hablan de la verdadera riqueza que adquirimos en el ejercicio de estar unidos a Cristo en su muerte y dando libertad a su vida.  ¡Esto nunca nos empobrece!  Cuanto más nos rompemos y el tesoro enriquece a otros, más nos enriquecemos nosotros también.

"Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día."
2ª Corintios 4:16

Para todos es inevitable que "el hombre exterior" se desgaste, pero ¿y el interior?  ¿Notamos crecimiento, madurez?  ¿Vemos que se ha renovado?  ¿Y si se renueva, lo hace de día en día?

La vida del Señor es siempre joven y fresca ¡no envejece! Su amor, su ternura, su paciencia, todo es como el primer día.  Es esta clase de vida la que disfrutamos a cambio de llevar su muerte en nuestros cuerpos.

"Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria."
2ª Corintios 4:17

Cualquier tribulación por la que tengamos que pasar siempre será "leve y momentánea", en comparación con "el cada vez más excelente y eterno peso de gloria" que experimentaremos al estar "siempre entregados a muerte".  ¡El tesoro será más grande cada vez!

Al estar Cristo más formado en nosotros, Dios nos guiará día a día a lo que Él mismo ha preparado de antemano para nosotros, y Su presencia nos consolará.  Sentiremos que estamos en su voluntad y tendremos una paz que nos llena en los momentos más difíciles.

"No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas."
2ª Corintios 4:18

A todos nosotros nos gusta ver y tocar, pero las cosas de Dios no son así, son para la fe en Su Palabra.

Cuando nos miramos, lo que vemos es el barro con que estamos hechos, pero ¿y el tesoro?  ¿Lo vemos?  ¿Vemos su valor?  Tenemos que aprender a "mirar lo que no se ve".

¿Cómo mirar las cosas que no se ven?

Por medio de la oración, cuando pasamos tiempo con el Señor a solas, a ser posible cada día.

Él trabajará con nosotros y sin darnos cuenta, en nuestras oraciones y de un momento a otro, ya no venimos delante de Él con muchas peticiones, sino a que nos muestre lo que somos y dónde estamos ¡Aunque esto nos asuste a veces!

No dudemos en contarle como nos vemos y nos sentimos.  Él nos conoce y nos comprende. Así es como Él nos hará ver cosas invisibles para el barro, pero que se hacen visibles en su compañía para nuestro espíritu. Después de media hora a solas con Nuestro Señor muchas cosas habrán cambiado.  Cuantas pequeñas o grandes tempestades en el mar de nuestra vida han sido calmadas.  Ahí, en su presencia, surgen peticiones de otra manera, con otra paz, sin atropellarnos.  La vida es complicada y fácilmente nos olvidamos hoy de lo que aprendimos ayer, necesitamos el sosiego que podemos adquirir en su presencia.

No podemos pretender venir a nuestra comunión con Dios para comprar su favor o su gracia, ya Cristo pagó por esto en la cruz.  En nuestra comunión aprendemos que todo viene de Él y que está gustoso de dárnoslo.  Nuestra fe sale fortalecida y enriquecida al cultivar esa relación con el Padre, por medio de la oración, siendo esta un diálogo con Dios.

Dios es un Dios vivo y quiere relacionarse con nosotros en un diálogo, no en un monólogo como hacemos muchas veces.

En este diálogo con Dios, debemos aprender a guardar silencio, es en estos momentos que Él nos dará una respuesta o dirección, algo en lo que no hemos pensado y que el Señor nos puede indicar.  Igualmente tenemos que aprender a preguntarle al Señor que nos muestre algo para orar o hacer, en lo que nosotros no habíamos considerado, algo que quiere decirnos o enseñarnos.

Estamos en la escuela, aún estamos aprendiendo a orar, a morir para vivir y muchas otras cosas.  La vida cristiana es la aventura más fascinante que se puede vivir sobre esta tierra.  Cuando dejamos a Cristo vivir en nosotros: ¡Lo mejor está por venir!

ORACIÓN:
Señor Jesús, gracias te doy porque me has mostrado que tengo un tesoro dentro de mí, el mejor tesoro, tu vida.

Hoy Señor me deposito en tus manos y me someto a tu dirección, permitiéndote Señor que hagas las grandes y maravillosas cosas que tienes para mí según tus promesas.  No quiero ser más un obstáculo para tu accionar en mi vida, lo que quiero es romper este barro que no permite que tu vida se manifieste en mi carne.

Señor lléname de tu amor, de tu ternura y de tu paciencia, que yo sea reflejo de ti.  Actúa en mí por medio de tu muerte y que así pueda llevar vida a otros, por medio de tu mensaje de esperanza, ternura, fidelidad y vida eterna.  Fórmate más y más en mí, guíame todos los días de mi vida, que tu vida crezca en mí y mi vida muera cada día, te lo pido en el nombre de tu Hijo Amado, AMÉN.

sábado, 19 de febrero de 2011

Un tesoro en vasos de barro – Parte 1


Hace muchos años la gente guardaba sus monedas de oro en una olla de barro cocido, más o menos grande, que después era sellada por la boca con más barro.  El tesoro quedaba encerrado en la olla y solo rompiéndola se podía ver y disfrutar de su contenido.

De esto nos habla Pablo en la segunda epístola a los Corintios, él nos enseña acerca de la vida de Cristo en nosotros como algo glorioso, pero señala al mismo tiempo la extraña realidad de nuestras limitaciones humanas.  Veamos el pasaje: "Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.  Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros."  (2ª Corintios 4:6-7)

Cuando nos predicaron el evangelio hablándonos de Jesucristo como el Salvador del mundo, Su amor nos enterneció y arrepentidos abrimos nuestro corazón para que Él entrara, así Dios hizo de nosotros una nueva creación.  Igual que al principio Él "mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz", así ha hecho en nuestras vidas, su presencia en nosotros es "el resplandor de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo" que alumbra las tinieblas de nuestros corazones.  Este resplandor ilumina nuestro conocimiento por la realidad del poder de Cristo viviendo en nuestras vidas: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí."  (Gálatas 2:20)

¡Cristo vive en mí!  Esto es una realidad que nadie puede quitar ni cambiar, "Él es el tesoro" y nosotros somos los recipientes, "el vaso de barro".

Hoy analizaremos 3 puntos importantes: el barro, nuestras limitaciones y el tesoro dentro de nosotros.

El barro

El barro es la figura de Adán y todos nosotros sus descendientes; la Palabra de Dios nos dice: "Y Dios el Señor formó al hombre del polvo de la tierra" (Génesis 2:7a - NVI), así que al aceptar a Cristo como nuestro Señor y Salvador, la Gloria del Cielo está envuelta en nosotros por la naturaleza humana con todas sus limitaciones y complicaciones, con sus debilidades y miserias.

Debemos saber convivir y aceptar el valor del tesoro que llevamos dentro y el poco valor del recipiente que lo contiene.  Muchas veces hemos quedado desorientados y dudamos si de verdad tenemos tal tesoro dentro de nosotros, obsesionados por el poco valor del barro que somos.

Dios ha tratado con nuestra vieja naturaleza (el barro) en la cruz, de tal manera que cuando Cristo murió, nosotros morimos con Él, para librarnos del dominio del pecado.

Nuestras limitaciones humanas

En este pasaje que estamos considerando, Pablo trata algunos aspectos del barro que no tienen que ver con el pecado en sí, sino con nuestra limitaciones humanas, que se hacen patentes cuando enfrentamos situaciones que nos desbordan, como las tribulaciones, las amarguras, los sinsabores, los apuros, las persecuciones, los agotamientos, las enfermedades.  Veamos que nos dice 2ª Corintios 4:8-9: "Que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; Derribados, pero no destruidos."  ¿Quién no pasa por estas cosas?  ¿Quién no las experimenta?

¡Cuánto presumimos cuando somos jóvenes!  Nos parece que podemos comernos el mundo, pero la vida nos va enseñando que no somos tan fuertes como creemos.  Así nos pasa en la vida cristiana, inevitablemente llegan los momentos de debilidad, nos damos cuenta que nuestras fuerzas son insuficientes, que no llegamos a las metas que nos proponemos, nos desbordan los retos que la vida nos plantea, es decir, experimentamos la incapacidad del barro que somos.

¿Qué hacemos entonces?  ¿Nos desanimamos?  ¿Nos damos por vencidos?  ¿Nos rendimos?  ¿Tiramos la toalla?  ¿Pensamos que no hay más?  ¿Escondemos la cabeza?  El apóstol, quien también experimentó estas facetas del barro, nos habla también de los recursos que a él lo sostenían.

1. Atribulado en todo, mas no angustiado.
2. No le faltaban los apuros, pero tampoco le faltaba la esperanza.
3. Perseguido, pero no sin amparo.
4. Derribado, caído; pero no aniquilado, ni destruido.

No cabe duda que Pablo nos está hablando de recursos celestiales, de la manifestación del tesoro que contiene el barro.

¡Es que esa es la enseñanza que Pablo quiere comunicarnos!  Tenemos dentro de nosotros la vida de Cristo mismo, no solo para darnos victoria sobre el pecado, sino también para darnos poder en nuestra debilidad.

¿Cómo podemos vencer nuestras debilidades?

De la misma manera que nos consideramos muertos con Cristo en la cuestión del pecado, así debemos considerarnos muertos con Él, en el aspecto de la debilidad humana y las limitaciones de cada día.  Leamos cómo lo expresa el apóstol Pablo: "llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos.  Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal.  De manera que la muerte actúa en nosotros, y en vosotros la vida."  2ª Corintios 4:10-12

El tesoro manifestado

Este tesoro es ¡la vida de Jesús manifestada en nuestros cuerpos!  ¡En estos vasos de barro!

Para que este tesoro se manifieste en nosotros, es necesario que el barro se rompa, hecho que sucederá solamente con nuestra muerte con Cristo.  Pablo dice que para que la vida de Jesús se manifieste en su cuerpo, lleva en ese mismo cuerpo la muerte de Jesús.  No hay vida sin muerte, Dios nos dice en su palabra que cuando Cristo murió, nosotros morimos con Él, y que cuando Él resucitó, nosotros también resucitamos juntamente con Cristo: "aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó."  (Efesios 2:5-6)

Llevando en el cuerpo…

Pablo conocía muy bien esta doctrina y la expone magistralmente a los romanos.  Él explica que la Santificación es que Cristo sea formado en nuestros corazones, que Cristo sea nuestra vida.  Pablo nos enseña la necesidad de morir para vivir.

Pero sus palabras en la Carta a los Corintios nos hacen pensar que para él, esto es más que una doctrina, algo más que pensamientos correctos bien colocados en alguna parte de su cabeza, en algún rincón de su memoria, él ¡llevaba la muerte de Cristo en su cuerpo!  Había profundizado y crecido tanto en su identificación con el Cristo crucificado, que todo su ser, incluido su cuerpo, llevaba impreso la muerte de Jesús, sintiendo y experimentando esa muerte desde los pies a la cabeza.

De esta manera la vida celestial de Jesús se manifiesta en nuestro cuerpo.  A más de nuestra muerte, más de la vida de Cristo en nosotros.

Llevando en el cuerpo siempre

Siempre.

1. Para el apóstol no era algo que hacía en momentos puntuales o en reuniones especiales, cuando hay "que parecer espiritual" y dar buena impresión a los que nos van a ver y a oír.
2. Tampoco cuando las cosas le iban bien y Dios había respondido a oraciones que había hecho.
3. O cuando las cosas le iban mal y no tenía otra salida.

Independientemente de la situación que vivamos, nuestra prioridad debe ser vivir unidos a Cristo en su muerte y llevar esa muerte siempre con nosotros, para que la vida de Cristo también esté con nosotros siempre.

Llevando en el cuerpo siempre por todas partes

El apóstol Pablo no solamente no limita esta realidad a momentos específicos, sino que tampoco la limita a lugares concretos o especiales, como el local de reuniones, las comidas con los hermanos, o bien campamentos o retiros espirituales.

Sea donde sea y estemos donde estemos, lo más importante es llevar en nosotros la muerte de Cristo, para que también la vida de Jesús se manifieste en la nuestra.

¡Qué fantástico! Cristo mismo en nosotros.  Tenemos un tesoro dentro de nosotros, pero ¿por qué no dejamos que los demás lo vean?  Mientras la olla de oro no se rompa, solamente podrán ver el barro.

ORACIÓN:
Señor Dios, único y verdadero, venimos delante de ti con un corazón agradecido, por todo lo que nos has dado; especialmente por ese tesoro que hay dentro de nosotros, que es Cristo Jesús.  Gracias Padre, por tratar con nuestra vieja naturaleza y permitirnos morir a nuestros pecados y debilidades por medio del sacrificio de tu Hijo, quien con su muerte ha impartido en nosotros espíritu de poder, de amor y dominio propio.

Firmemente decidimos Señor vivir unidos a Cristo en su muerte, entregando todo lo que somos a ti, para que cada pensamiento, palabra y acción nuestras, sean sacrificio de olor grato, como señal de adoración y alabanza, al que es, al que ha sido y al que ha de venir.

Ayúdanos Padre Celestial, a poder mostrar nuestro tesoro interno y a quebrar el barro exterior en nosotros, para crecer en tu propósito y en nuestra relación contigo.  Que en nosotros se muestre tu presencia y que esto sea dado como testimonio de tu poder; te lo pedimos en el nombre de tu Hijo Amado, AMÉN.

martes, 8 de febrero de 2011

Viviendo bajo el abrigo de Dios

Una de las preocupaciones de muchas personas es como vivir protegidos de las diferentes amenazas y peligros que hoy existen en nuestro mundo, un mundo peligroso.  Son muchas las razones para vivir preocupados: guerra, incertidumbre económica, enfermedades prolongadas, narcotráfico desastres naturales y accidentes fatales, son apenas algunas de las continuas realidades que la gente enfrenta todos los días.  El miedo se apodera de las personas y se extiende por todo el mundo.

Todo esto que vivimos es sólo el principio de los dolores: "Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares.  Y todo esto será principio de dolores."  (Mateo 24:7-8)

Entonces, ante tales situaciones peligrosas ¿Qué haremos?, ¿Cuál será nuestro refugio?, ¿Dónde estaremos seguros?

La Biblia en 1 Crónicas 4:10, nos enseña la oración de Jabes, quien pide a Dios, a parte de su bendición, que lo proteja del mal y de la aflicción, independientemente si esta última era el resultado de algún mal hecho contra él, o por el contrario, causado por él a otros: "E invocó Jabes al Dios de Israel, diciendo: ¡Oh, si me dieras bendición, y ensancharas mi territorio, y si tu mano estuviera conmigo, y me libraras de mal, para que no me dañe!  Y le otorgó Dios lo que pidió."  Jabes acudió a Dios en busca de protección y Dios se la otorgó.

En este pasaje entendemos que la verdadera seguridad proviene de la confianza en Dios.  Él oye y responde nuestras oraciones cuando vamos en busca de Su ayuda.

El acto de postrarnos delante de la presencia de Dios y pedirle ayuda cuando nos hallemos en peligro, nos hace sabios.

La protección de Dios para sus hijos

Dios cuida de todos aquellos que le aman.  Esta promesa la encontramos en diversos pasajes bíblicos, pero resulta especialmente clara en el Salmo 91, el único lugar de la Biblia donde todas las promesas de protección están reunidas. Repasemos esta hermosa y poderosa palabra de Dios.

"El que habita al abrigo del Altísimo
Morará bajo la sombra del Omnipotente.
Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío;
Mi Dios, en quien confiaré.
El te librará del lazo del cazador,
De la peste destructora.
Con sus plumas te cubrirá,
Y debajo de sus alas estarás seguro;
Escudo y adarga es su verdad.
No temerás el terror nocturno,
Ni saeta que vuele de día,
Ni pestilencia que ande en oscuridad,
Ni mortandad que en medio del día destruya.
Caerán a tu lado mil,
Y diez mil a tu diestra;
Mas a ti no llegará.
Ciertamente con tus ojos mirarás
Y verás la recompensa de los impíos.
Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza,
Al Altísimo por tu habitación,
No te sobrevendrá mal,
Ni plaga tocará tu morada.
Pues a sus ángeles mandará acerca de ti,
Que te guarden en todos tus caminos.
En las manos te llevarán,
Para que tu pie no tropiece en piedra.
Sobre el león y el áspid pisarás;
Hollarás al cachorro del león y al dragón.
Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré;
Le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre.
Me invocará, y yo le responderé;
Con él estaré yo en la angustia;
Lo libraré y le glorificaré.
Lo saciaré de larga vida,
Y le mostraré mi salvación."

El salmista no indica la situación a la que se refiere, ni el motivo que originó este salmo; sin embargo, el mismo se aplica fácilmente a cualquier clase de peligro, por lo que su alcance es universal.  Este salmo se aplica a todos y cualquiera de los peligros a los que nos enfrentamos.  Independientemente de que nuestras circunstancias parezcan completamente imposibles de superar, todos nosotros somos importantes para Dios, por lo que Él resolverá todos nuestros problemas, si nosotros lo buscamos y le pedimos con fe.

¿Dónde estamos morando? – Salmo 91-1
"El que habita al abrigo del Altísimo
Morará bajo la sombra del Omnipotente."

Debemos hacer un alto en el camino y evaluar ¿dónde estamos viviendo?  Muchos de nosotros vivimos en duda e inseguridad, en vez de vivir al abrigo del Altísimo.

¿Quiénes son los que habitan al abrigo del Altísimo?

Todo aquel que ha recibido a Jesús como único Señor y Salvador de sus vidas, aquellos que han sido hechos hijos de Dios: "Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios."  (Juan 1:12)

Recordemos, que no todos los seres humanos estamos bajo la cobertura de Dios, y aunque Él tiene sus brazos abiertos para recibirnos a todos, muchos no quieren venir a Él para tener vida: "y no queréis venir a mí para que tengáis vida."  (Juan 5:40).

Depende de nuestra elección, y es precisamente lo que el salmista -inspirado por Dios- nos habla en este salmo; él decidió en medio de la crisis que Dios debía ser su protección y la seguridad de su vida.

La protección de Dios es suficiente para resguardarnos cuando nos encontremos en medio de situaciones difíciles, en nuestros tiempos de peligro; sabiendo esto nuestra fe se fortalece.

¿En quién estamos confiando? – Salmo 91:2
"Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío;
Mi Dios, en quien confiaré."

Desde la perspectiva secular, las personas ponen sus expectativas en el gobierno, las corporaciones, los expertos, el éxito, la tecnología, la riqueza, su familia y hasta en sí mismos; para encontrar seguridad y protección frente a situaciones de peligro.  Sin embargo, y con mucha frecuencia, todos estos recursos nos dejan insatisfechos, y así inevitablemente, los peligros acechan a muchos de nosotros y la adversidad golpea a muchos otros.

Veamos estas expectativas humanas a la luz de la Palabra.

"¿Has de poner tus ojos en las riquezas, siendo ningunas?
Porque se harán alas como alas de águila, y volarán al cielo."
Proverbios 23-5

"Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre."
Jeremías 17-5a

Por esto el salmista nos enseña que nuestra fe debe estar en Dios, quien nos ofrece un refugio seguro como un castillo, y además de declarar su fe pública en Dios, nos muestra que tiene una verdadera relación personal con Él, utilizando la expresión "Mi Dios".

Nuestro Dios es entonces, nuestra esperanza y nuestro castillo, el lugar seguro donde podemos escondernos y estar a salvo del peligro.

"Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová."
Jeremías 17:7

Nuestra confianza y esperanza en Dios tiene fundamento en Su propia naturaleza y nos son dadas cuando tenemos una relación personal y verdadera con Él.

¿Quién nos protege? – Salmo 91:3-7
"El te librará del lazo del cazador,
De la peste destructora.
Con sus plumas te cubrirá,
Y debajo de sus alas estarás seguro;
Escudo y adarga es su verdad.
No temerás el terror nocturno,
Ni saeta que vuele de día,
Ni pestilencia que ande en oscuridad,
Ni mortandad que en medio del día destruya.
Caerán a tu lado mil,
Y diez mil a tu diestra;
Mas a ti no llegará."

Gran cantidad de peligros se nos muestran en estos versos, pero sobre todos ellos Dios nos librará.  Él nos cubrirá con sus plumas y nos dará refugio, al igual que el ave cubre a sus polluelos.

Veamos cómo estos versículos nos llevan de la mano, explicándonos de forma detallada la protección de Dios y nos muestran las cinco coberturas diferentes de esta protección.

1. Dios nos libra de nuestros enemigos.  (Salmo 91:3)

2. Su protección es cercana y personal, es Él mismo quien nos protege.  (Salmo 91:4)

3. La protección de Dios es 24x7, lo que quiere decir que Dios no duerme, Él nos protege de día y de noche.  (Salmo 91:5)

4. Dios nos libra de todo aquello que nos atemoriza: los lazos o trampas de nuestros enemigos, pestes, guerras y mortandades, tal y como lo presenciamos en estos días.  (Salmo 91:3-6)

5. La protección de Dios es total, es un escudo impenetrable que no permite que nada ni nadie llegue a nosotros, aún cuando todos caigan a nuestro alrededor, Dios nos guardará al igual que libró a su pueblo de las plagas de Egipto.  (Salmo 91:7)

Nada nos destruirá, ni debe atemorizarnos porque Dios es capaz de resguardarnos de todos los peligros que nos puedan afectar.

¿Es verdadera la protección de Dios? – Salmo 91:8
"Ciertamente con tus ojos mirarás
Y verás la recompensa de los impíos."

El daño no puede alcanzar a quienes están protegidos por Dios, y aún cuando en muchas ocasiones pareciera lo contrario, la protección de Dios es verdadera.  Nosotros mismos, dice Su Palabra, veremos los resultados de esta protección, así como el pago de aquellos que hacen maldad y no pueden escapar de Su justicia.

La verdad de Dios actúa como escudo protector sobre nuestras vidas, y su palabra es Verdad, y la verdad misma es Jesucristo: "Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida."  (Juan 14:6a)

Como cristianos no debemos tener miedo, por el contrario, las palabras en nuestras oraciones deben reflejar la promesa de la protección de Dios, así desaparecerán nuestros temores.

¿Por qué nos protege Dios? – Salmo 91:9
"Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza,
Al Altísimo por tu habitación."

Dios nos protege porque nuestra esperanza no está en los hombres, ni en el dinero, ni en nuestras capacidades personales; sino solamente en Dios.  Filipenses 4:19 nos dice: "Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús."

Adicionalmente, Dios nos protege, porque hemos permitido al Altísimo que haga morada en nuestro corazón, pues hemos recibido al Espíritu Santo, el cual mora en nosotros, y nuestro cuerpo es su habitación y su templo: "¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?"  (1 Corintios 3:16)

Si alguno de nosotros no pone toda su confianza en Dios, ni tampoco ha hecho de su cuerpo templo de Su Espíritu, no puede recibir Su protección.

¿Cómo resguarda Dios nuestras vidas? – Salmo 91:10-12
"Pues a sus ángeles mandará acerca de ti,
Que te guarden en todos tus caminos.
En las manos te llevarán,
Para que tu pie no tropiece en piedra."

Dios enviará a sus ángeles para resguardarnos, ellos se encargarán de alejar muchos peligros de nuestras vidas.

Los ángeles son siervos de Dios, espíritus ministradores enviados para servicio a favor de quienes seremos los herederos de la salvación: "¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?"  (Hebreos 1:14).  Ellos acamparán alrededor nuestro, si nosotros le tememos a Dios: "El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, Y los defiende."  (Salmo 34:7)

Veamos algunos pasajes de la Biblia, donde encontramos el cuidado de los ángeles a favor de los hijos de Dios.

1. El pueblo de Sodoma intenta atacar a Lot: Los ángeles intervienen a favor de Lot y lo ponen a salvo.  (Génesis 19:9-11, 15-17)

2. Daniel es echado al foso de leones hambrientos: Dios envió un ángel que cerrara la boca de los leones para que su siervo sobreviviera.  (Daniel 6:22)

3. La noche de su arresto, Jesús señaló que doce legiones de ángeles se hallaban listas para liberarlo.  (Mateo 26:53)

4. Los apóstoles son arrestados y encarcelados por enseñar la resurrección de Cristo: Un ángel los libera para que puedan seguir predicando.  (Hechos 5:17-20)

La intervención de los ángeles en nuestros asuntos, es un recurso que Dios utiliza para protegernos.

¿Es posible superar la adversidad? – Salmo 91:13
"Sobre el león y el áspid pisarás;
Hollarás al cachorro del león y al dragón."

Dios ha puesto toda potestad a los pies de su hijo Jesucristo, y por Él somos más que vencedores ante toda fuerza del diablo.  Por Cristo, hemos recibido potestad por sobre toda fuerza del enemigo y nada nos dañará: "He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará."  (Lucas 10:19)

La persona que busca refugio en el Señor superará serias adversidades y peligros mortales.

¿Cómo responde Dios a nuestras oraciones? – Salmo 91:14-16
"Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré;
Le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre.
Me invocará, y yo le responderé;
Con él estaré yo en la angustia;
Lo libraré y le glorificaré.
Lo saciaré de larga vida,
Y le mostraré mi salvación."

Cuando nosotros buscamos refugio en el Señor, estamos demostrando nuestro amor genuino por Él y así Él nos declara que por este amor Él nos responderá.

La respuesta de Dios a nuestro amor consiste en una bendición con siete (7) resultados:

1. Dios nos librará: Él responderá a quien le ama, cuando ore clamando para ser librado de la adversidad.

2. Dios nos pondrá en alto: Al ponernos en un lugar alto, Dios nos provee la seguridad de que no necesitamos estar pidiéndole continuamente ayuda.  Quienes amamos a Dios hemos experimentado la reverencia y el asombro ante Él, y hemos comprendido su realidad.

3. Dios nos responderá: Significa que Dios no solamente nos oye, sino que también nos da la respuesta apropiada ante nuestra situación.

4. Dios estará con nosotros en la angustia: Como cristianos disfrutamos de la morada permanente del Espíritu Santo dentro de nosotros, por lo que ante nuestra angustia Dios mismo actuará.

5. Dios nos glorificará: Dios confirma, para quienes le amamos, el respeto de su pacto.

6. Dios nos saciará de larga vida: Hacer la voluntad de Dios asegura nuestra vida.  Los peligros que nos acechen no arrebatarán nuestra vida de forma prematura.

7. Dios nos mostrará su salvación: Dios nos librará de la angustia.  Él nos oye y responderá nuestras oraciones, cuando le buscamos por protección en situaciones de peligro. La naturaleza de Dios es cuidarnos y darnos lo mejor.

Si recibimos a Cristo, como el único Señor y Salvador de nuestra vida, Él nos dará Su protección, y aún cuando perdamos nuestra vida terrenal, estaremos confiados, porque tendremos vida eterna.

Quiero dejar claro que si bien es cierto que Dios ha prometido protegernos, esto no significa que Dios nunca permitirá que atravesemos situaciones de peligro o que no nos sucedan cosas malas.  Él nos dice que en estos momentos debemos confiar en Él, ya que ningún poder o situación se halla fuera de Su control.  A menudo los propósitos de Dios se llevan a cabo por medio del sufrimiento humano.  La tortura de Pablo y Silas en Filipos, y el encarcelamiento que siguió, les permitió testificar a un carcelero pagano.  Aquella noche, el carcelero y su familia se entregaron a Cristo.  (Hechos 16:27-33)

A veces no entendemos las razones de ciertos sucesos, pero debemos confiar en Dios de manera absoluta.

Si no lo has hecho aún, recibe hoy a Cristo, y pasarás a heredar las promesas que Dios tiene para sus hijos; y pase lo que pase, estarás confiado y tranquilo.

ORACIÓN:
Señor Dios, te doy gracias Padre Celestial, por haber hecho llegar a mi vida la luz de tu Palabra.

Hoy Señor, decido entregar mi vida a ti y hacerte mi Señor y Salvador; hoy vengo delante de tu presencia y te digo Señor, todo lo que tengo te lo doy, confiado en que tu protección nunca me faltará.  Hoy pongo mi confianza absoluta en ti y decido celebrar con alegría, que en medio de este mundo con tantas amenazas, puedo vivir con la seguridad de tu abrigo y cuidado.

Ayúdame Señor a llevar la esperanza, la sombra y el refugio de tu protección, dando testimonio de mi fe en ti, viviendo y muriendo para ti; en el nombre de Cristo Jesús, AMÉN.